1. Ardiente oscuridad. En la noche, madre, hija o abuela era igual para meterla


    Fecha: 27/02/2021, Categorías: Gays Autor: Nazareno Cruz, Fuente: CuentoRelatos

    El presente testimonio me sucedió por fines de los setenta, en otro contexto económico y social.
    
    Por razones que no vienen al caso mencionar, mis padres estaban preocupados en que consiguiera una mejora laboral, por lo cual decidieron enviarme con unos conocidos, considerando que sería mejor para ellos y favorable para adquirir experiencia en el manejo de los temas de la explotación agropecuaria.
    
    El destino, la inmensa Patagonia Argentina, en la provincia del Chubut, lugar cercano a la localidad de Las Plumas, en medio de la provincia, alejado de los centros poblados. La casa era un antiguo casco de estancia, grande, cómoda y acogedora.
    
    La residencia, estilo colonial, habitaba una familia compuesta por un matrimonio con dos hijos, la madre del señor y el personal de campo. El hijo varón y el señor estaban trabajando en Brasil desde hacía un año en una explotación similar que habían comprado recientemente, quedando solas las tres mujeres.
    
    Emma, la madre, cuarentona y autoritaria, debajo de esa pátina severa se intuía una mujer ardiente y sensual, de formas contundentes; la hija, Silvia, de prometedores dieciocho añitos, llenos de alegría y ganas de vivir.
    
    Se alegraron de mi llegada, Emma mencionó que en la casa faltaba presencia masculina. Yo, recién salido del servicio militar, veinte años, con la testosterona pidiendo acción, desde la presentación las tenía en la mira, como para cazarlas tan pronto me dieran una oportunidad. En esas noches lejos de todo, mis ...
    ... deseos fantaseaban con que ellas estando necesitadas de hombre se venían a mi cama para saciar mis urgencias sexuales, pero en las mañanas solo me quedaba el rastro de ese sueño húmedo pegado en el calzoncillo.
    
    De inmediato se generó una corriente de simpatía, los discos y casetes, que en buena cantidad traje como obsequio, animaron las largas veladas, siempre acompañadas por el trago de algún licor para amenizar la noche antes de irnos a la cama en soledad.
    
    El clima frío y las nevadas frecuentes nos mantenía aislados durante varios días: nos acercaba a estrechamos vínculos, a compartirnos recuerdos e historias que amenizaran y entibiaran esos momentos en la soledad del paraje patagónico.
    
    Una noche, después de festejar, con torta galesa y whisky irlandés, de donde era originaria la familia, los dos meses de mi llegada, habíamos bebido un poquito de más, bailamos, primero con Silvia y luego con Emma.
    
    No sé si habrá sido el efecto del whisky, pero debí mal disimular el efecto que ejercía el contacto con un cuerpo femenino entre mis brazos después de forzada abstinencia sexual.
    
    Ema acusó recibo de la mal disimulada excitación y torpemente escondida, se apretó más, para ocultar el bulto, o para aprovecharse del contacto. Los calores y agitación de Emma denotaban que no está ajena a mi realidad, muy por el contrario, me parecía que estaba más que agradecida por hacerla sentir deseada, pero las circunstancias ordenaban prudencia y recato.
    
    Se retiraron la abuela y ...
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