La despedida de soltera de una pasante
Fecha: 27/02/2021,
Categorías:
Confesiones
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Arminda y yo habíamos crecido en el mismo barrio y en calles próximas. Éramos buenos amigos hasta que un día, por alguna tontería de la que ni me acuerdo, cortamos por lo sano. No sólo dejamos de hablarnos, sino que ni siquiera nos saludábamos. Ni «hola» ni «adiós». Nada. Un orgullo estúpido hizo que ninguno diéramos el brazo a torcer. Era como si ella no existiera para mí y como si yo no existiera para ella. Cuando teníamos diecisiete y dieciocho años (yo le llevo uno) su familia se mudó a otra ciudad y ya le perdí la pista.
Hete aquí que volví a verla siete años después, siendo los dos ya veinteañeros largos. Me encontraba en una cafetería madrileña cuando ¡oh sorpresa! se me acerca Arminda y me habla como si tal cosa, como si nunca hubiéramos dejado de ser amigos. Yo no salía de mi asombro:
—Hola, Lucas.
Su sonrisa iba de oreja a oreja. No era un pivón, pero seguía siendo guapilla y tiposa, ni gorda ni flaca.
—Hola, Armi.
Nos dimos los típicos besos en las mejillas y yo traté de sonreír, pero debió salirme una mueca rara rarita. Me sentía nervioso y confuso. Menos mal que ella supo sacarme del atolladero.
— ¡Qué pequeñito es el mundo! ¿Eh, Lucas? En Las Palmas no nos veíamos nunca y de repente nos vemos aquí, en Madrid, ¡a dos mil kilómetros de distancia!
—Llevas razón, sí. Es más, en Madrid hay miles de cafeterías y resulta que hemos venido a coincidir en la misma y a la misma hora. Manda huevos…
—Pues eso, chico… Y bueno, dime: ¿qué hace una ...
... gaviota como tú en los madriles?
Así empezamos aquel jueves una conversación de lo menos una hora y pico, pues era como si cada uno lo quisiera saber todo del otro. Arminda vivía en Madrid con sus padres, había estudiado Derecho y trabajaba de pasante en un bufete de abogados. En apenas diez días se iba a casar con su novio formal, Alberto, un socio fundador del bufete... Yo residía también en Madrid, más solo que la una, pero, eso sí, en un piso lujosillo cuyo edificio tenía piscina y jardín. Soy informático y por entonces trabajaba en una empresa dedicada a la programación a medida para entidades diversas. Aquel día nos intercambiamos los números de móviles y Arminda quedó en llamarme una tarde para tomar algo y charlar.
Suerte que esa tarde no se hizo esperar. Ya el sábado recibí su llamada y quedamos en un bar con terraza cerca de mi piso. Yo llegaba andando justo cuando ella se bajaba de un taxi. Entramos, pedimos dos birras, y me lo soltó de improviso:
—Lucas, ¿te gusto como mujer?
—Sí, mucho, ¿por qué lo pregun…?
—Quiero follar contigo.
— ¡¿Queeeeé?!
—Lo que has oído, y dime si sí o si no.
—Claro que sí, Armi. Cuando tú quieres y donde tú quieras.
—Ahora mismo y en tu piso, si fuera posible. Será mi auténtica despedida de soltera y no la fiesta chorra que me preparará el bufete.
Arminda volvía a asombrarme. De camino a mi piso me confesó que tenía una fijación sexual conmigo y que llevaba varios años lamentando que no hubiéramos follado tiempo ...