1. La despedida de soltera de una pasante


    Fecha: 27/02/2021, Categorías: Confesiones Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... perversa, adúltera...
    
    Y allí seguía la Armi fornicaria, en la cama, quietecita, simulando ser la niña buena que nunca ha roto un plato, medio abierta de piernas, destapada, provocándome e instándome a un segundo polvo. Ni que decir tiene que acepté el reto a sabiendas de que mis fuerzas estaban prácticamente intactas y que mis depósitos andaban todavía bien cargados de semen. A modo de preámbulo esta vez me empleé a fondo con sus pezones —lengüeteándolos, chupándolos y succionándolos— hasta dejárselos super erectos, y luego me ensañé también con su chocho y con su alborotado clítoris, desempeño que terminó siendo un sesenta y nueve en toda regla con la boca y la lengua de Arminda haciendo magia en mi verga. Excitada total, volvía a mostrase super ansiosa:
    
    — ¡Fóllame, Lucas! ¡Méteme ese pollón tuyo! ¡Me muero por tenerlo dentro! ¡Lo quiero ya!
    
    La coloqué a cuatro sobre el borde de la cama con las piernas salientes y yo, de pie sobre la alfombra, acomodado entre sus muslos, se la di a guardar en el coño de un solo golpe de cadera y desde la base hasta la punta del glande, toda entera, sin dejar ni un solo centímetro fuera. Después la fui follando a todo meter y con los pollazos briosos y duros que tanto la enloquecían. Armi se volvió al poco rato una especie de posesa jadeante, sofocada, loquita, llorosa de placer… Me corrí y se corrió. Fue el delirio, el sumun, el deleite por excelencia. Mi lefa hermanándose con los fluidos vaginales de su chocho. ...
    ... Maravilla…
    
    Tocaba reposo. Habían sido dos polvazos de calidad, exigentes y seguidos, uno detrás del otro. Así que necesitábamos un impase, coger resuello, respirar hondo, oxigenarnos. Tomamos unos frutos secos y una cola energética allí mismo, en el catre, y luego Arminda, soñolienta, trató de dormir de costado dándome la espalda. A mí me pareció mejor acariciarle el culo, amasarle las nalgas, recorrerle la rajada con mano karateca, de canto, incluso metiéndole un dedo por el ojete. Esto hizo que Arminda se espabilara alarmadilla:
    
    — No estarás estás pensando en follarme el culo, ¿eh Lucas?
    
    —Se me apetece, la verdad, pero sólo si tú lo quieres…
    
    — ¡¿Yoooo?! ¡Ni de coña! ¡Demasiada polla para un agujero tan escuchimizado!
    
    —Tengo un lubricante infalible. El mejor del mundo…
    
    — ¡Hummm! No me fío. Creo que me harías un destrozo.
    
    —A ver, Armi… Te embadurno el ojete con el lubricante y me unto la polla; luego te la meto un poquito y, si me pides que la saque porque te duele, pues te la saco y punto.
    
    —Bueno, okey, probaremos, pero si grito ¡sácala! tú la sacas de inmediato, sin dejármela dentro ni un segundo más.
    
    —Hecho.
    
    Fui un momento al baño y volví con la crema de marras, una de las más baratas del mercado. Se la apliqué en la misma posición en la que se encontraba, de costado, y luego me puse en la polla para segundos después enfilársela al ojete. Ciertamente era casi impensable que aquello tan gordo pudiera caber por un orificio tan chico. Pero sí. No le entró a la ...