1. Enseñandola a quererse


    Fecha: 04/03/2021, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... clítoris y comenzó a lamerle suavemente los labios limpiándola de sus fluidos vaginales. Su polla iba a reventar el pantalón, la visión de su tía teniendo su primer orgasmo dirigido por él le había llevado a una excitación que ya empezaba a ser dolorosa. No aguantaba más:
    
    Nuria, te voy a follar.
    
    Tu no puedes…… yo soy tu tía…… mi marido….. – todavía estaba alterada por la sacudida de su orgasmo. No era capaz de pensar con claridad.
    
    Me da igual, tengo que follarte ahora mismo, no aguanto más – ya se había sacado la polla del pantalón y le había levantado las piernas a Nuria de forma que le descansaban en sus hombros.
    
    Julio, esto está mal….. – sintió la punta del glande de su sobrino a la entrada de su vagina – Julio…..estoy casada – su boca hablaba pero su cuerpo no oponía ninguna resistencia.
    
    Cuando venga el cabrón de tu marido le dices de mi parte que debería follar a su mujer en condiciones – empezó a penetrarla muy despacio, mirándola a los ojos. Ella apartó la mirada. – Mírame Nuria, quiero que cuando tu marido te vuelva a follar te acuerdes de cómo yo te la meto.
    
    Empezó entonces a moverse rítmicamente y manteniendo la mirada con su tía que parecía hablarle con los ojos. La intensidad y velocidad de las envestidas iba aumentando a la vez que la intensidad de su mirada, que parecía decirle "empuja cabrón, fóllame como nunca me ha follado mi marido". Las sacudidas eran cada vez más violentas, pero ella parecía pedirle más con esos ojos. Él intentaba que ...
    ... cada enviste entrara más dentro, más fuerte, cumplir las expectativas de esa mirada exigente que le pedía silenciosamente que la llenara. Y la llenó. La llenó con su esperma que se perdió en las entrañas de ella.
    
    Nuria pasó los siguientes días con un gran sentimiento de culpa, pero a la vez con una gran excitación. Había descubierto su cuerpo y los placeres que este podía darle y, pese a su cargo de conciencia, no dejaba de tocarse. No podía evitarlo. Ahora, cuando andaba por la casa, era consciente de sus senos bamboleándose bajo el fino vestido veraniego, de sus pezones rozando con su suave tela, de la humedad de su entrepierna. Tenía la sensación de que el olor de su sexo le acompañaba por toda la casa.
    
    Se pasaba el día despistada, con la mirada perdida y sin concentrarse en lo que hacía. Solo se concentraba cuando deslizaba sus dedos por el interior de su resbaladiza raja, se frotaba su clítoris o se manoseaba sus pechos. Había aprendido a regalarse orgasmos, quería recuperar todos los que no le había dado su marido. Y, mientras sus manos jugaban con su incandescente sexo, tan solo le venía una imagen a la cabeza: los ojos de su sobrino fijos en ella mientras le penetraba. Nunca había visto tanta lascivia en unos ojos, tanto deseo. El recuerdo de sus ojos penetrándole a la vez que su polla la perseguía.
    
    Su marido ni siquiera se dio cuenta de que algo había cambiado en ella. No notó que la había abandonado esa mirada triste que antes siempre la acompañaba. Tampoco ...
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