La putísima madre (capítulo 5)
Fecha: 17/04/2021,
Categorías:
Hetero
Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos
Verdad y consecuencia
El destape absoluto de mi madre, que había comenzado en nuestras mini vacaciones, se hizo descarado al acercarse el fin de semana. Además de cogerse a su hijo a escondidas de su marido, la muy zorra se complacía usando y abusando de sus calzas ajustadas, shortcitos escuetos y polleritas cortitas. Hasta llegué a verla paseándose por la casa directamente en tanga, meneando ese orto divino sin el menor pudor.
El culo al aire de mi vieja se había transformando en moneda corriente en el transcurrir de esos días de calor. A mi viejo parecía agradarle, aunque el pobre sólo podía contentarse con mirar. Las picardías del destino lo habían hecho millonario y al mismo tiempo le habían negado el cuerpazo increíble de su mujer, el cual había pasado a ser para mi exclusivo usufructo; y a mi madre parecía importarle mucho menos el dinero y las fastuosas propiedades que poder cabalgarme la pija a placer. Recuerdo que en algún momento mi padre me hizo algún comentario acerca del cambio sufrido por su venerada esposa. Me pareció notar un si es no es de desconfianza. Entonces le dije:
–Pero si no sale de casa, viejo. ¿Para quién te creés que se viste así? no seas dormido.
Mi viejo me miró con sonrisa pícara, enarcando una ceja. Seguramente no me entendió.
Como estaba previsto, el sábado partimos temprano hacia la costa. Llegamos cerca del mediodía. Luego de acomodamos en la casa, mi madre y yo fuimos al centro en busca víveres para solventar nuestra breve ...
... estadía. Mi padre había conducido todo el camino, así que lo exoneramos del tedioso trámite. Después de todo, él había ido a descansar; y mi madre y yo, todo lo contrario.
Estuvimos un buen rato dentro de un supermercado. La gran cantidad de gente que había a esa hora hizo bastante lento nuestro desfile por las cajas. Cuando por fin logramos salir sentí ganas de ir al baño, así que, mientras mi madre llevaba el carrito repleto hasta el auto, yo volví a entrar al súper para atender mis urgentes necesidades fisiológicas. Salí a los pocos minutos sólo para presenciar el nuevo alboroto que había armado mi vieja en forma involuntaria.
Ese día estaba algo ventoso. La brisa del mediodía de improvisto se transformaba en fuertes ráfagas que soplaban con respetable intensidad, por lo que la elección de mi madre de llevar un vestidito corto con vuelo no parecía haber sido la mejor idea. Mientras ella guardaba en el baúl del auto los artículos comprados –para lo cual debía inclinarse hacia adelante– el viento hacía de las suyas, levantándole el vestido hasta dejarle la cola al descubierto.
Y si digo que el vestido fue una mala elección, qué decir de su ropa interior, la cual parecía inexistente. Había que esperar hasta la llegada de las ráfagas más fuertes, las que hacían que se le viera hasta la espalda, para poder divisar la exigua tirita de su diminuta tanga, la cual se perdía totalmente entre los expuestos cachetes de su culazo.
Otra vez se reiteraba la escena de la playa, ...