Piano: Instrumento de seducción
Fecha: 27/04/2021,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... de cuero negra y la tiró sobre el sillón. Claudia no tenía modales. El mundo le pedía permiso a ella.
–Wow, te gusta Cortázar –dijo revisando mi biblioteca pero enseguida relojeó el living entero de mi dos ambientes y agregó–. ¿Y el piano dónde está?
Se me cruzaron mil pensamientos en un segundo.
–El piano está en mi habitación –respondí tajante.
–A verlo –dijo Claudia y se mandó como por su casa por el pasillo que conectaba el living con mi cuarto.
– ¿Preparó té? –preguntó mi australopitecus interior a punto de entrar a la cocina.
–Después... después tomamos el té, Eze –dijo Claudia y escuché que tocaba el principio de Para Elisa, como hace la mayoría de la gente frente a un piano–. Vení, improvisá algo para mí.
Claudia se sentó sobre mi cama. Con una sola mirada me dijo todo: sentate y tocá. Era momento de cerrar la boca y dejar de acotar frases ininteligibles. Acomodé mi banqueta, dándole la espalda a Claudia y empecé. Sobre una base de acordes complejos, típicos de bossa-nova, improvisé una melodía que oscilaba entre lo romántico y lo nostálgico. Hice algunas bajadas de ritmo que desembocaban en aceleraciones virtuosas. Por momentos robándole a Piazzolla, esa oscilación entre lo potente y lo melancólico.
–Estoy improvisando algo brasileño medio jazzero, del estilo de Tom Jobim pero con impronta propia –le expliqué a lo nerd. Claudia se mantuvo en silencio y yo continué.
Me sentía inspirado. Tocar el piano se me daba con mucha más naturalidad ...
... que llevar el control de una charla. Estaba en el ocaso de mi improvisación, suavizando la intensidad de los dedos sobre las teclas, cuando escuché a mis espaldas una respiración anormal.
–Ahhh... ahhh... ahhh... –exhalaba Claudia–. No pares, Ezequiel, no pares, por favor.
Dejé de tocar y giré a mis espaldas. No pude creer lo que estaba viendo. Claudia se había bajado el jean y la bombacha hasta los tobillos. Estaba acostada en mi cama con las piernas abiertas, frotándose el clítoris con el dedo mayor y el índice. Pude ver en detalle su vagina. Ni un vello púbico. Tenía una vulva rosada y carnosa, que brillaba por estar tan húmeda. En el medio sobresalía ese pequeño bultito inflamado, de un color rosa más intenso que el resto de su sexo.
– ¿Qué hacés Ezequiel? –dijo Claudia con la voz jadeante–. O seguís tocando o me cogés pero no te quedes ahí parado...
A todo esto, yo tenía el pene como un garrote. Busqué un preservativo en la mesa de luz. Le pedí a alguna deidad que no estuvieran vencidos. Quién sabe cuánto hacía que los había comprado. Me saqué el pantalón y el calzoncillo con velocidad. Me temblaban tanto las manos que no podía romper el envoltorio del preservativo. Usé los dientes, aún con riesgo de dañar el látex. El glande me goteaba. En el piso había un pequeño charco de líquido preseminal. Me puse el preservativo y me lancé encima de Claudia.
Mi pene se deslizó adentro enseguida. Pude sentir la temperatura interior de su cuerpo. Estaba muy mojada y ...