1. Riberas del Donetz 2


    Fecha: 10/11/2017, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... pudo por menos que admirarla. Allí estaba, tan tranquila, como cualquiera que se comiera un bocadillo; pero ella no esperaba ningún bocadillo, sino la muerte: “¿Tenemos que morir? Pues muramos” Así, sin aspavientos; sin lloros ni súplicas; sin temblar ni exteriorizar miedo. Hasta con orgullo parecía esperar la muerte, quieta, tranquila, con toda frialdad… ¿No era para admirar eso, esa sorprendente bravura? Volvió a decir
    
    Inopinadamente Peter Hesslich soltó las manos de la mujer al tiempo que dando un salto se ponía en pie alejándose unos pasos hacia atrás a fin de ponerse fuera del alcance de las uñas femeninas que por reciente experiencia sabía cómo arañaban; desenfundó el machete apuntándolo a Stella. La muchacha permaneció en el suelo, pero ahora con ambos brazos cruzados más allá de la cabeza, las piernas abiertas y la camisa destrozada por el hombro a causa de la tremenda patada que él le propinara y hasta hacerse girones bajo la clavícula mostrando el nacimiento de un seno
    
    Entonces Stella habló
    
    Al escucharla Hesslich enfundó el machete. Luego tomó del suelo el fusil de la chica; lo observó, lo sopesó y apuntó con él a un punto cualquiera del horizonte, comprobando la eficiencia de la mira telescópica, que hasta le pareció mejor que la de su Máuser, y es que Stella Antonovna había adaptado al Moisin Nagant la mira del Tokarev STV, no sólo más moderna sino “Made in USA”, milagro logrado por el Programa de Préstamo y Arriendo, canal por el cual los EEUU ...
    ... abastecían de todo tipo de materiales y mercancías, bélicos y no bélicos como grano y carne en abundancia, al “aliado” Stalin. Bajó lentamente el arma hasta tener en su retículo el rostro de Stella Antonovna, que dijo al saberse enfocada
    
    Peter Hesslich bajó automáticamente el arma.
    
    Dejemos de momento de lado ese gran honor de que tanto hablas chiquita. No sé lo que tú harías en mi lugar, pero yo no puedo matarte; no puedo disparar sobre un ser indefenso y menos contra una chica indefensa… Aunque esa chica seas tú, joven Diabla, joven “Draculea”, “Hija del Diablo”. Porque sé que eres tú, la que está rompiendo el cuello a mis camaradas. ¿Entiendes?
    
    Stella le había entendido perfectamente, alzó la cabeza y escupió al “Diablo” en las botas tras lo cual dijo
    
    Tras esto, Peter se sentó junto a la chica, con el fusil de ella sobre su regazo, como acariciándolo. Y ante ello Stella pensó que, en efecto, hay cosas peores que la muerte: Como esa, ver su querido fusil en manos de “El”, del “Diablo del Gorro Gris”… ¡Cuánta vergüenza, cuánta ofensa, cuánto deshonor para ella!…
    
    Hesslich se inclinó sobre el cuerpo de Stella y trató de apartar los girones de camisa junto al nacimiento del seno para ver la herida, pero al momento Stella lanzó el puño cerrado hacia adelante, propinando al alemán un buen puñetazo en plena barbilla. Luego la fusilera se irguió un tanto quedando sentada frente a él, observándole sin entender. Sin entender que ni siquiera se inmutara ante el puñetazo, sin ...
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