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La segunda lección
Fecha: 22/08/2021, Categorías: Confesiones Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos
Este relato continúa a "El Castillo". Tuve que llamar casi de inmediato a Gaspar para indicarle que no podría salir con él esa tarde y le declaré lo que realmente ocurría. El asunto es que, al entrar en casa, estaba esperando Néstor. Estaba conversando con el Tío Paco. Le había dicho al Tío Paco que tenía que conversar conmigo porque quería unas orientaciones sobre la ciudad, la universidad y otros asuntos y que esperaba encontrarme, ya que me había avisado el día anterior. El Tío Paco, con gran intuición, le dijo que esperara que no tardaría porque, como a mí no me gustaba ir por mucho tiempo con la misma ropa, tendría que venir a cambiarme. El Tío Paco en poco tiempo había captado casi todo de mí. Era extraño ver cómo un hombre que casi no habla, que no opina, que no se inquieta, que solo trabaja, pronto cala a las personas y sabe de qué pie cojean. Con Néstor tuvo una interesante charla porque, tras preguntarle de qué familia era, como el Tío Paco se conocía a todas las familias del pueblo, enseguida adivinó que Néstor estaría necesitado de verdaderos amigos y un poco de afecto, ya que en su casa el afecto y el cariño no era lo que más relucía. Se había dado tanto el Tío Paco a sus hijos, a mi padre y a sus nietos, que le dolía cuando a los demás niños, adolescentes o jóvenes no los atendían adecuadamente. Así que, al entrar yo en casa, ya le había dedicado a Néstor algo más de una hora, le había dado confianza y lo había invitado a cenar. Aunque Néstor le dijo que no ...
... sabía si se podría quedar porque tenía que hablar conmigo y en su casa que si esto y lo otro y bla, bla, bla,…, el Tío Paco le dijo que es libre de lo que quiera, pero no hace falta avisar, cenaría si quería con nosotros. Cuando entré, me fui a saludar al Tío Paco y le di un beso y un abrazo. Cuando saludé con un abrazo a Néstor, éste me besó sin ningún pudor ni temor; yo, pues, le di dos besos bien sonoros. Al volverme, el Tío Paco ya había desaparecido. Nos sentamos a charlar y entró la señora Paulina con una bandeja. Me levanté a tomarle la bandeja y le sonreí. —”Gracias, Paulina, es usted un ángel”, le dije con mi ancha sonrisa. —”¿Ángel, yo?, no se equivoque usted señorito, cada una sabe cómo es y por dónde le caen; usted que es tan atento como su tío”, dijo Paulina muy nerviosa. —”Señora Paulina, por lo que más quiera, no me llame señorito, dígame solo mi nombre, Jess, y no me hable con tanto bombo y platillo, a mí me habla usted de tú, soy más joven que usted; si no quiere que me enfade, hágalo así, por favor”, y dejé la bandeja en la mesa. —”¡Ay, señorito, qué…”, y se vio interrumpida por mí, poniéndole mi dedo índice perpendicularmente ante sus gruesos labios. Luego le dije: —”¿Qué le he dicho? primero, señorito, no; segundo, de tú, de tú, de tú, tutee, a mí sin el usted, eso lo guarda para el Tío Paco y si quiere para mi padre, ¿entendido?”, y me quedé mirándole a los ojos muy cerca de su cara. —”Entendido, tenga.., ten paciencia, hijo mío, ...