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La segunda lección
Fecha: 22/08/2021, Categorías: Confesiones Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos
... la altura del pene tenemos las palmas de la mano, para cuidar, proteger, orinar, masturbar, rascar. Los que tienen los brazos muy largos no saben donde colocar las manos. Nosotros siempre sabemos que están para los menesteres de nuestro sexo, igual que para los menesteres de la boca y la cabeza están los codos que articulan los brazos para hacer esas necesidades. Los brazos no necesitarían doblarse cuando nos masturbamos, sino naturalmente caídos, como cuando orinamos. Lo que pasa es que el placer que sentimos nos hace actuar de mil maneras y doblamos muñecas, codos, inclinamos hombros, es decir, toda la maquinaria se pone en funcionamiento. Estamos hechos para eso, el sexo es de lo mejor que nos puede ocurrir en nuestra vida y tenemos que disfrutarlo. Nos acompaña a todas partes. Si uno quiere una cerveza, tiene que ir a casa o al bar para conseguirla y así todas las cosas, pero si necesitas el sexo —culo, pene o testículos— no tienes que ir a comprarlo o alquilarlo en ningún sitio. Si estás acompañado, lo compartes; si estás solo, te haces unas pajas o te metes los dedos en el culo; asunto resuelto. No hemos de preocuparnos por nada de esto. No sé por qué hay gente que sufre a causa del sexo; quizá sea un problema para ellos tener algo tan esencial encima de uno mismo, pero visto con inteligencia es lo que en condiciones naturales óptimas jamás nos falta. Por eso, pienso que tener sexo —no hablo de violación, sino sexo consentido— es lo mejor que nos puede ...
... pasar”. Néstor escuchaba con atención, como si descubriera un mundo para sí. Como lo noté ávido de saber, proseguí con mi perorata: —”Mira —le decía, porque le hablaba con lenguaje directo, sin tapujos ni eufemismos—, te encuentras con un amigo y le das la mano. Te lavas las manos porque se ensucian. No siempre sabes de qué se ensucian. La nariz, aunque la tengas con una gripe notoria, no la escondes, y eso que a veces se pone colorada. No sé qué manía tiene la gente de decir que este trozo de carne que tenemos entre las piernas es diferente, hay que cubrirlo, sienten vergüenza de tener una erección porque se nota. Pero si excitarse no está en nada raro, es nuestra naturaleza que responde a requerimientos del cerebro, de la voluntad, de la necesidad o simplemente del accidente. Una vez —le contaba anécdotas para que entendiera—, había un chico que estaba muy nervioso antes de un examen. El tío era listo, le sobraba, pero se puso nervioso e iba preguntando a todos lo que pondrían en el examen. Tan nervioso se puso que estando cerca de mí note que eyaculó sin tocarse para nada. Acudí a auxiliarlo y lo metí en el baño. Le quité los pantalones y el bóxer, le di papel higiénico para que se limpiara y con papel le limpié el bóxer. Creo que lo necesitaba. Lo metí en el cuarto y sobre la taza lo masturbé para que se sacara toda su mugre guardada de mucho tiempo y poco a poco se iba desahogando. Lo lavé con agua y con su pañuelo lo sequé. Bajé la tapa, lo senté y le dije: Tú lo sabes todo, tú ...