1. La segunda lección


    Fecha: 22/08/2021, Categorías: Confesiones Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos

    ... ten paciencia conmigo, que lo aprenderé poco a poco…”
    
    La besé con dos besos bien sonoros en cada mejilla y le dije:
    
    —”Gracias, muchas gracias, así ha de hablarme, de tú y como si fuera su hijo, ¿eh, mamá Paulina? Gracias por llamarme hijo, gracias, mamá Paulina, eres un sol”.
    
    Levantó el extremo del delantal de un blanco reluciente que tenía ceñido y se fue llorando de la emoción, pero yo no imaginaba que lo dicho era para tanto. Cuando me senté para merendar con Néstor le dije que parecía una mujer muy emotiva, porque se había puesto a llorar y no era para tanto.
    
    —”Es para eso y mucho más, Jess, mucho más”, dijo muy en serio Néstor.
    
    —”¿Por qué? Explica por favor”, le dije con curiosidad e interés.
    
    Néstor sacó el pecho de su inclinación a causa del sillón, se sentó con la espalda recta bien apoyada en el respaldo, tragó el bocado que se había metido a la boca, bebió agua y comenzó:
    
    —”Paulina es viuda. Hace casi dos años que enviudó y se quedó sin sus hijos. Su esposo y sus dos hijos, el menor, Anselmo, era amigo mío, muy amigo; vamos, mi mejor amigo. Pues te digo, que su esposo y sus dos hijos sufrieron un accidente de coche y murieron en el acto. No chocaron con nadie, no hubo rastro de alcohol en ninguno de ellos, pero el coche se salió de la carretera, dio varias vueltas y murieron. Se quedó la mujer sola. Ella no es de aquí, es muy buena, quería mucho a sus hijos. Cuando me ha visto entrar aquí, ha llorado porque le recuerdo a su hijo, los dos ...
    ... hacíamos los deberes juntos. Y ahora tú le dices eso, la mujer se ha puesto blandita y se ha emocionado. Debe ser duro perder toda la familia de un solo golpe. Ella ya trabajaba aquí unas horas al día, pero al quedarse sola y sin ayudas, tu Tío Paco la empleó y está casi todo el día aquí”.
    
    —”Es duro, pero no sabía nada; ahora la voy a tratar mejor los pocos días que me quedan”, dije conmovido por el relato de Néstor.
    
    —”¿Ya te vas?”, preguntó con tristeza Néstor.
    
    —”Pero prometo regresar; tengo que irme para ponerme al día y luego ya pronto vienen los exámenes. Concluidos los exámenes, pienso venir algunos días por aquí. No te librarás tan fácilmente de mí…”, dije socarronamente.
    
    Acabamos la merienda y metimos la bandeja en la cocina, le dimos cada uno un beso a Paulina, un “hasta luego” y nos salimos a la calle. Paseamos por todos los rincones que yo aún no conocía e íbamos charlando. En un momento dado le pregunté si había pensado algo al respecto de lo del otro día. Me dijo que le gustó, pero no sabía mucho más. Le hablé tranquilamente de mi opinión:
    
    —”Te ha de gustar tener sexo, porque lo llevamos en nosotros; además, se ha situado justo entre las piernas para que se note. Nos enteramos del sexo al mear, para rascarnos cuando crecen los pelos, para eso tenemos las manos a su altura. Los jugadores de fútbol se ponen las manos delante de los huevos cuando se dispara a falta, para protegerse. No se protegen la cabeza sino los huevos, porque ahí están las manos. Justo a ...
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