1. Mi cuñada me enloquece


    Fecha: 20/11/2017, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... Marcelo ya no me quiere. Se nota que tiene otra.
    
    —Eso no lo sabés, y aunque fuese cierto, es diferente… Yo soy el hermano. Nuestra traición es diez veces peor que supuesta traición de él.
    
    —Sos más divertido cuando estás alzado. —Dijo la pendeja, levantándose, y yéndose a su cuarto.
    
    A la noche, como era de esperar, no podía dormir. Pero estaba decidido a no repetir el error del otro día. Cuando ya no sabía qué hacer para dormir, acudí a mi vieja amiga, mi mano derecha. Mis dedos envolvían y frotaban mi tronco resbaladizo, y estaba muy cerca de acabar, cuando se abrió la puerta de mi cuarto.
    
    Mariel encendió la luz. Estaba en tetas, descalza, y su diminuta tanga blanca era la única tela que la cubría.
    
    —Me vas a volver loco, pendeja.
    
    Hice a un lado el cubrecama, mostrando mi cuerpo desnudo, y mi verga a punto de estallar.
    
    —¿Qué estabas haciendo, cochino? —dijo la zorrita. Se subió a la cama, y gateó lentamente hasta encontrarse con mi fierro caliente.
    
    Se mordió el labio inferior. Agarró el tronco.
    
    —Está todo pegoteado, y tiene mucho olor a pija. —dijo, fingiendo voz de nena que desaprobaba una travesura de otro niño.
    
    —Bien que te gusta, zorrita.
    
    La agarré de la cabeza e hice un movimiento para ofrecer mi verga. Ella abrió la boca golosa, inmediatamente, y comenzó a mamar como bien sabía hacerlo.
    
    —Ahora te vas a tomar la leche, putita, toda.
    
    Mariel chupaba con deleite, mientras me acariciaba las bolas, llenas de bello. Yo le acariciaba ...
    ... la cabeza con ternura. Pronto mi semen inundó de nuevo su boquita.
    
    —¿ves? Me la tomé toda, como me ordenaste.
    
    —Así me gusta, que seas una nena obediente. —dije, acariciando su carita preciosa.— ¿Ahora sabés lo que quiero hacer?
    
    —¿Qué?
    
    —Voy a perder mi dedo en tu culito.
    
    —Está bien, pero sólo el dodo. La tenés muy grande para mí.
    
    Giró su cuerpito. Ofreció su culo. Yo me chupé el dedo y se lo enterré. Cuando lo saqué, lo encontré impecable.
    
    —Así me gusta, que te prepares para todo.
    
    Ella empezó a juguetear de nuevo con mi verga, mientras yo le escarbaba el orto, y besaba sus nalgas. En seguida me puse al palo de nuevo, y el placer de la felación, combinada con el deleite de penetrar su culito, era increíblemente hermoso, era perfecto.
    
    —Quiero más leche. Por favor dámela.
    
    Se la di, tal como quería.
    
    Al otro día repetí mi peregrinación por el centro, debido a la culpa. Otra vez la evadí durante la cena. Pero a la madrugada, esperé que en algún momento entre a entregarme su cuerpo.
    
    Pero esta vez no lo hizo.
    
    Me quedé despierto hasta la hora de levantarme. Lo vi llegar a Marcelo, y oí los gemidos de Mariel a través de las paredes.
    
    La culpa no me permitía sentir celos, pero esa misma culpa tampoco iba a hacer que desista de acostarme con ella, lo sabía.
    
    A la tarde encontré la casa sola. Le envié un mensaje preguntándole dónde estaba, pero si bien lo había leído, no lo contestó.
    
    Cené solo, y recién cuando estaba en la cama la escuché ...
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