1. Mi cuñada me enloquece


    Fecha: 20/11/2017, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... pasee por la casa tan provocadoramente. Luego descarté ambas opciones, y concluí que debía ser yo quien cambie de actitud. Lo correcto sería evitar pasar tanto tiempo con Mariel, aunque no tenía en claro cómo lo haría, ya que su presencia era casi ineludible.
    
    Todo esto estaba cavilando cuando atravesé el pasillo para ir al lavadero a dejar la ropa sucia, cuando mi mente se quedó en blanco porque vi a Mariel, sobre el sofá, todavía con el pelo mojado. Estaba boca abajo, con las piernas flexionadas y los pies apuntando el techo. Me sonreía. Su piel marrón se tornaba pálida ahí, donde debería estar cubierta por su tanga y su corpiño.
    
    Estaba completamente desnuda.
    
    Su culo redondo, grande para su cuerpito, y firme como solo lo puede tener una chica de dieciocho años, estaba un poco levantado, como ofreciéndose.
    
    Tiré la muda de ropa que tenía en brazos al piso. No dije nada. No dijimos nada. Me acerqué a ella.
    
    Olí su cuerpo recién bañado. Era la fragancia del paraíso. Besé su cuello. Lo lamí. Luego su hombro, y después chupé su espalda mientras mis dedos, ansiosos, comenzaban a reconocer su trasero. Al acariciarlo noté que era tan terso como parecía. Mis labios bajaban por su piel latina, y la pequeña Mariel suspiraba profundamente al sentir mi boca y lengua. Mordisqueé su nalga. Como gimió de placer, lo hice de nuevo, más fuerte, una y otra vez.
    
    —Sí, haceme lo que quieras. —Dijo al fin
    
    —Sos una nena mala. —le dije, dándole una fuerte nalgada.— Muy ...
    ... mala.
    
    —¿Preferirías que sea buena? —Preguntó, la descarada.
    
    —No, me gusta que seas mala. —le dije, dándole otra nalgada.
    
    Me quité la ropa. La tiré a un costado. Mostré mi verga, la cual, luego de haberla masturbado dos veces, ya estaba erguida, como si nada.
    
    —Que linda pija tenés. —susurró.
    
    —Y vos tenés un cuerpo de carnaval.
    
    Se puso en pose de perrita. Me subí al sillón. Los preservativos estaban en mi cuarto, y no pensaba ir a buscarlos, ya no podía esperar más. Mojé mis dedos y los enterré en su sexo, el cual ya estaba empapado. Apunté mi fierro y lo enterré. Ella gimió dulcemente, con voz de diabla sumisa. La penetré una y otra vez, aumentando gradualmente la intensidad de mis embestidas. Ella enseguida se acostumbró a ser perforada en su totalidad por mi verga, entonces la agarré de las tetas y empecé a cogerla salvajemente. Mariel gemía. Eran los gemidos que tantas veces escuché atravesar las paredes. Esos gemidos me instaban a poseerla con mayor violencia. Desaté una fuerza que no creía poseer. Seguramente, al otro día, apenas podría caminar, pero no me importó. Le di duro, con fuerza, con rabia. Ella soportó estoicamente la salvaje cabalgada, demostrando que era mucho más hembra que muchas mujeres que le doblaban la edad. Gritaba sin reparos, al ser invadida por mi carne dura. Quizá alguien en la calle nos oyó, pero ninguno de los dos se preocupó por eso.
    
    —¿Vas a acabar? —Preguntó, demostrando nuevamente su vasta experiencia.
    
    —Sí, bebé, te voy a llenar las ...
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