1. Mi cuñada me enloquece


    Fecha: 20/11/2017, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... que a mi persona.
    
    —¿Estás saliendo con alguien? —me preguntó una noche.
    
    —No, creo que para las mujeres soy bastante aburrido.
    
    —No seas tonto, si sos divino. —Me consoló.
    
    Cambié de tema, porque mi cabecita estaba a mil por hora. Ella estaba muy cerca de mí, y tuve que hacer una fuerza inhumana para no comerle la boca. Al final nos fuimos a dormir. Ella me dio un beso en la mejilla, más tierno de lo normal. Esa noche fue muy difícil quedarme en mi cuarto, teniéndola tan cerca, al otro lado de la pared. Fue muy difícil, pero Marcelo no merecía una traición como esa. Me dormí a las cuatro de la madrugada, luego de haberme masturbado tres veces, orgulloso de haber pasado una prueba tan dura.
    
    Pero al otro día ya no pude más.
    
    Los hombres estamos acostumbrados a la lógica machista, y en el fondo, creemos que el conquistar a una mujer y conseguir llevárnosla a la cama, depende pura y exclusivamente de nuestra astucia y nuestro poder de seducción. Pero ellas también actúan en base a sus necesidades. Lo hacen de maneras más sutiles, pero más eficientes, y cuando uno apenas se da cuenta, la telaraña ya está tejida, y nosotros, atrapados en ella.
    
    Mientras yo me desvivía por reprimir mis sentimientos, Mariel habría de tener sus propias fantasías. Mientras yo creía tener controlada la situación, era ella, quien, con simples actos, se aseguraba de instalarse en mi cabeza. Y cuando yo creía haber decidido ser fiel a mi hermano, ella ya había tomado otra decisión por los ...
    ... dos.
    
    Era el atardecer y Mariel había salido de la ducha. Como era su costumbre, salió todavía húmeda envuelta en una toalla. Su piel marrón brillaba por las gotitas que perlaban su pequeño y sinuoso cuerpo. Me miró, más provocadora que de costumbre. Al rato, mientras ella estaba en su cuarto, yo también entré a bañarme, ya que recién había llegado del trabajo, y necesitaba sacarme los olores urbanos. En la pileta me había dejado su tanguita blanca. A esas alturas yo ya sospechaba que eso formaba parte de su ritual de seducción, así como dejarse ver semidesnuda después de la ducha. Agarré la diminuta tela blanca y me la llevé a la nariz. Percibí un leve aroma a pis, y un olor más poderoso. Olor a fluidos. Me senté en el inodoro y me masturbé, frotándome el sexo con una mano, y sosteniendo la tanga con la otra, llevándola a mi rostro, sin dejar de olerla. Cuando acabé, creí que ya había apaciguado mi excitación, pero estando en la ducha, con la vista de la tanguita a unos centímetros, me puse al palo de nuevo, y tuve que eyacular por segunda vez, sabiendo que, si no lo hacía, corría el riesgo de hacer una locura durante las largas horas que compartiría con Mariel.
    
    Salí del baño preocupado, ya que notaba que mi atracción hacia ella se tornaba cada vez más difícil de controlar. Quizá ya era hora de hablar con mi hermano, y decirle, amablemente, que por favor busque otro lugar donde instalarse. O quizá debía hablar con Mariel, y decirle que tal vez no era apropiado que se ...
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