1. El calvario de Luciana (4)


    Fecha: 27/11/2017, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... ya retener.
    
    Luisa la dejó descansar sentada dos o tres minutos y luego le ordenó: -Ahora a ducharte, pichona, y te vas a lavar la cabeza también.
    
    Luciana se metió en la bañera y la mucama corrió la cortina para poder supervisar la ducha. La jovencita parecía disfrutar la sensación del agua caliente y del enjabonado, éste último bajo la guía de la mucama, que cuando consideró terminada esa parte le alcanzó el envase de champú.
    
    -Lavate la cabeza.
    
    -Sí, tengo que lavarme la cabeza. –murmuró Luciana y de inmediato se aplicó a la tarea que le había sido ordenada. Después, por otra orden de Luisa se aplicó la crema enjuague. Por último Luisa le ordenó que saliera de la bañera y se secara.
    
    -Te portaste muy bien, pichona, así tenés que portarte siempre. –le dijo mientras la sacaba del baño desnuda y con ojotas, para mantener limpias las plantas de sus pies y que no ensuciara la cama de la señora Emilia. El pelo húmedo le daba una sensualidad muy especial y olía al perfume que le había aplicado la mucama. Estaba realmente muy apetecible y Emilia, mientras la esperaba reposando en su cama cubierta sólo con una bata de seda blanca, recién duchada y con su perfume francés predilecto, se decía que iba a actuar con su presa de forma muy distinta a cuando la violaron con Graciela.
    
    “Suavidad, mucha suavidad y pasión armonizadas en las proporciones justas, pero nada de violencia. La pichona debe sentir placer con todo lo que yo le haga y le ordene que me haga. Ya conocés ...
    ... muy bien esta parte del proceso, Emilia. –se dijo. -Una vez que Mónica las somete al tratamiento, ya no hace falta la violencia, salvo en casos muy excepcionales, porque nos hemos apoderado de la mente de esas perritas.”
    
    Tal pensamiento la estremeció de morbo. Era dominante hasta la médula y si bien en sus inicios como proxeneta doblegaba a sus presas mediante la fuerza y el terror: azotes y otros suplicios, el goce que experimentaba al castigarlas era menor al que sentía viendo cómo se las veía con sus cerebros reducidos al mínimo indispensable, transformadas en animales amaestrados.
    
    En ese momento escuchó a Luisa golpear a la puerta.
    
    -Adelante. –autorizó y Luciana entró conducida de un brazo por Luisa. La habitación estaba sumida en una semipenumbra delicada que moldeaba en luces y sombras el espacio evitando los contrastes violentos que endurecían las formas. Esa iluminación permitía apreciar a la jovencita en toda su magnífica belleza enriquecida con matices tonales que le agregaban sugestión.
    
    Emilia hizo una seña y la mucama condujo a Luciana hacia ella, que salió de la cama y se paró ante su presa.
    
    -Entiendo que todavía no se le ha enseñado a saludar, ¿verdad, Luisa? –preguntó.
    
    No, señora, no se le ha enseñado a saludar ni tampoco los modales en general. Sabemos que eso le corresponde a usted.
    
    -Claro que sí. Gracias, Luisa, podés retirarte.
    
    -Sí, señora. –dijo la mucama y abandonó la habitación.
    
    -Emilia acarició con delicadeza una mejilla de ...
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