De cómo me convertí en el prostituto de mi familia, con mi propio tío a mis 17 años aunque fuera un chico hetero
Fecha: 15/06/2020,
Categorías:
Gays
Tus Relatos
Autor: LadoSensible.Blogspot.com, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
Siempre me ha gustado mucho vivir bien. Me había gustado, desde que tengo memoria, tener todas las cosas de la marca más cara y poder presumirlo en mi escuela con las chavitas sabrosas que se me acercaban, pues físicamente de rostro era bien parecido. Tenía unas facciones finas y masculinas que me daban un porte muy elegante. Lo más bello de mi rostro eran mis ojos, que, si bien no eran de colores, si eran bastante almendrados, alargados y algo pequeños, dándome una mirada muy misteriosa y profunda, acompañados por unas cejas pobladas que volvían loca a cualquier mujer, y uno que otro puto pendejo de la escuela. Y si a esto le sumamos unas pestañas que eran la envidia de cualquier nena, te darías cuenta lo guapo que podría llegar a ser.
Mi nariz no se quedaba atrás y parecía haber sido tallada por un buen cirujano. Mi barbilla masculina cerraba la parte inferior de mi rostro varonil, de hombre. Que si bien a mis 17 años no había terminado de exaltar testosterona, ya me veía como esos galanes de telenovelas con las que toda mujer tiene sus fantasías.
Además de esto, había comenzado a ir a unas clases de gym pues con la moda fitness, tenía que lucir un buen cuerpo. Con el gym, mi cuerpo se había tonificado bastante. Había llegado a estar musculoso pero sin exagerar. Había hecho que toda la ropa me tallara muy bien. Que mis piernas se hicieran más grandes quedándome los pantalones súper apretados, rebelando un bulto bastante prominente.
Mis nalgas no se quedaban ...
... atrás pues parecían dos balones que luchaban para salir al mundo y romper en cualquier momento mis pantalones. Mi cintura era pequeña y mi espalda bastante ancha, dándome una imagen más varonil. Mis brazos eran otra cosa, estaban grandes y se veían fuertes, daban ganas de tocarlos y que te asfixiara con ellos, aunado con mis manos delgadas y algo venudas, dándome más masculinidad.
Toda la ropa me quedaba ceñida al cuerpo. Me gustaba que me quedara así y presumir mi aire masculino que tanto me caracterizaba.
Mi piel era blanca, como de porcelana. Mi cabello negro enmarcaba todo el paquete de guapura con la que me habían dotado mis papas. Lamentablemente esta imagen no iba en armonía con mi cartera pues al abrirla, apenas alcanzaban unos cuantos pesos para comprarme mis cosas.
El estilo de vida que yo quería mis papas no me lo podían dar, ya que a pesar de que no somos totalmente pobres, no tienen mucho dinero, así que para compararme mis cosas y darme ciertos lujos comencé a trabajar desde muy pequeño. Creo que desde los 12 años en una tienda por mi casa, en donde era bastante acosado por hombres y por mujeres.
Siempre había envidiado a aquellos tipos en la escuela que tenían muchas cosas como celulares caros, laptops y ropa de marca, y más aún si estos eran regalados por sus papas. También, cuando iba a las plazas comerciales y veía alguien comprándose algo, sentía que mi estómago se revolvía al yo no tener esa solvencia económica. No había día que no deseara salir ...