1. El cuñado (Parte 1)


    Fecha: 08/12/2017, Categorías: Gays Autor: angelmatsson, Fuente: SexoSinTabues

    ... estaban pasando otra película, por lo que deducía que había dormido cerca de 30 minutos. Me levanté sintiendo mis mejillas arder y me fui al baño. A lo lejos vi que acomodaba de forma extraña algo bajo el cojín que estaba sobre sus piernas. En el baño me mojé el rostro y me dispuse a pensar en lo sucedido. En mi inmadurez no llegué a ninguna conclusión inteligente. Opté por las fácil, la más tangible, que era estar en silencio. Admitía que se sintió extraño pero a la vez rico. No sabía que una caricia se podía sentir tan bien. Y estaba dispuesto a querer sentir más. Lo que quedó de tarde, él se mantuvo alejado de mí con la sensación de incomodidad. Creo que tenía miedo de que yo me hubiese de dado cuenta de algo y me hubiese espantado. Cuando llegó mi hermana yo me fui a jugar a mi habitación y, cuando volví, Robert ya se había marchado. Sus siguientes visitas fueron sin ningún problema. Seguía trayéndome golosinas y teniendo un buen trato conmigo, tandeando el terreno para saber si era prudente volver a intentar algo. Siempre, bajo alguna breve distracción de mis padres o hermanos, depositaba una caricia traviesa en alguna parte de mí cuerpo. Su sitio preferido (y el mío igual) era en la parte lateral de mis muslos, a la altura de los bolsillos. De alguna manera, cada vez que rozaba ese perímetro, sentía una corriente desplazarse a través de todo mi cuerpo. Con el transcurso de las semanas, y, al darse cuenta de que yo no oponía ningún tipo de objeción o resistencia, las ...
    ... caricias dejaron de ser un roce accidental, sino que comenzó a dar agarrones un poco más intensos que terminaban con una sonrisa traviesa como si sólo se tratara de una pequeña broma. A veces nos topábamos en algún pasillo, y cuando me disponía a pasar, me daba un coqueto pellizco en mi trasero, a lo que yo respondía con una inocente mirada divertida y una pequeña risita. Llegó un momento en que ya no disimulábamos entre nosotros. Ya teníamos claro que nuestro secreto era agradable para los dos y no valía la pena hacer como que sólo eran bromas. Obviamente yo no dimensionaba hasta qué punto iba a avanzar. Para mí sólo eran toqueteos que disfrutaba. A medida que los iba sintiendo más intensos, más se iba apagando la vocecita en mi cabeza que me decía que todo lo que pasaba no era muy correcto, hasta que llegamos al punto de no retorno. Un punto en que comencé a sentir cosas por él que iban más allá de lo físico. Cosas confusas para alguien de esa edad. Y comenzaba creer que él sentía lo mismo por mí ya que siempre me trataba bien y me llevaba regalos. Ese verano nos fuimos en familia a una conocida playa. Robert nos había invitado ya que él tenía una casa en ese lugar, y partimos en un viaje que marcaría mi infancia. La casa era de dos niveles, con 3 habitaciones disponibles para nosotros. Nos ordenaríamos de dos en dos, y a mí me tocó dormir con Bernardo en una habitación que tenía dos camas, y que estaba en el piso inferior. Mis padres dormirían en la habitación principal, en ...
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