1. El esclavo romano


    Fecha: 27/07/2020, Categorías: Gays Tus Relatos Autor: Máximus, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    Me llamo Máximus y ya soy un hombre hecho y derecho. Maduro, alto, de piel curtida por el sol y de buena musculatura por el trabajo. Hace un tiempo corrí a mi señora esposa de la villa romana en la que yo era el dueño, ella se había acostado con uno de los esclavos y no le perdoné la traición. Luego me empecé a arrepentir, no por extrañarla sino por no tener a nadie con quién coger y descargar la leche que mis huevos maduros habían estado acumulado durante días. Al principio pensé en cogerme a alguno de mis esclavos, pero todos eran hombres más o menos de mi edad, y eso en lugar de calentarme me enfriaba las ganas. 
    Para mi suerte llegó a las costas de la ciudad un buque con valioso cargamento: hombres y mujeres bárbaros capturados en la guerra. Era mi oportunidad de usar mi dinero para comprarme una compañera de cama. Pensaba en una mujer rubia, de ojos azules, piel blanca y limpia, de pechos grandes y cabellos de oro. De solo pensar en como me la cogería mi verga empezó a dar saltos bajo mi túnica. 
    Me preparé llevando algunas monedas de oro, y salí acompañado de un par de esclavos al mercado del puerto que era en donde se presentaban los candidatos. 
    Iba montado en un caballo negro de pelaje brillante, y llevaba mis mejores ropas para que todos vieran que era un hombre de recursos. 
    Llegamos hasta el muelle y note la tarima en la que el vendedor mostraba las capturas de guerra. Sobre las tablas estaban tres hombres, bastante feos y que no llamaron para nada mi ...
    ... atención. Así fueron subiendo los esclavos, y así como subían así se vendían. Para mi sorpresa no habían llevado mujeres. Seguramente se las habían quedado en otro lado, o las habían entregado al emperador. 
    Maldije mi suerte cuando de pronto el vendedor hizo subir a la tarima algo que me disparó el morbo sin avisar. Era un muchacho joven, muy masculino, y de belleza salvaje que me cautivó. Yo no soy homosexual y jamás en la vida me he sentido atraído por otra verga, pero en aquella ocasión era tanta la leche que tenía guardada que aplicaba el viejo refrán de “en tiempos de guerra cualquier hoyo es trinchera” 
    Me acerqué a la multitud para ver más de cerca el espécimen que estaban exponiendo.
    Era un muchacho joven, de rostro más redondo que angular, cabello despeinado muy negro ondulado que ocultaba sus orejas, cejas pobladas, ojos cafés con expresión rencorosa, y unos labios carnosos muy besables. Iba malvestido con un taparrabo que consistía en un pedazo de tela mugrienta de unos cuarenta centímetros de largo que dejaba al descubierto sus piernas gordas cubiertas de tierra, polvo y una fina capa de vellos negros. El pecho descubierto era ancho y sus tetillas estaban erectas por el frío. Su vientre plano tenía un poco de marcas de musculatura, y una línea de pelitos negros se perdía desde su ombligo hasta debajo del taparrabos. La piel de su torso, brazos y rostro estaba bronceada por el sol, pero la de sus piernas era de un color más claro. 
    -Aquí tenemos un joven ejemplar en ...
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