Ojo por ojo
Fecha: 16/12/2017,
Categorías:
Gays
Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
No era la primera vez que lo hacía pero sí es cierto que había pasado mucho tiempo desde la última ocasión. Muchos meses, por no decir algún año. Pero allí estaba yo, a las 6 en punto aparcado frente al edificio que albergaba las imponentes oficinas de una de las empresas más importantes del país.
Le mandé un whatsapp: “¿Hoy saldrás puntual?”
Pasaron varios minutos sin recibir respuesta. Era lógico, pues desde que hacía dos años la habían ascendido a adjunta de la responsable del departamento pocos días podía cumplir su horario. Ésta, además, era una amargada que solamente contaba con el trabajo como consuelo por lo que tenía la mala costumbre de reunirse con su equipo a última hora, con lo que posponía la llegada a casa de las mujeres y hombres de su equipo que sí tenían vida familiar o de pareja.
“Qué va, estoy con Carmen. Tengo para rato”.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando levanté la vista de la pantalla del Smartphone y la vi aparecer acompañada de un chico que creo que se llamaba Cristian o algo así. Salían juntos del edificio charlando animadamente y se dirigían hacia la derecha, en dirección opuesta a la mía.
Le mandé otro mensaje: “¿A qué hora esperas salir?”
Se detuvo, sin duda al oír el aviso del teléfono, leyó el mensaje mientras le hacía un comentario al compañero y tecleó: “No creo que antes de las 7. Estoy reunida”.
Aluciné. Pero mi ángel bueno salió al rescate aconsejándome no dejarme llevar por falsas apariencias pues la reunión podía no ...
... ser en el despacho. Tal vez debía reunirse con algún proveedor y el acompañante no era el Cristian que yo pensaba. O sí lo era, pero ambos debían ir a la reunión. O… Me quedé sin Oes.
“¿Con Carmen?”.
“Sii”.
No sé si la segunda i se le coló o la puso adrede. Pero Carmen no llevaba traje oscuro con corbata rallada, ni se afeitaba cada mañana ni era medio atractiva. La jefa de mi mujer rondaba los 50 años, se teñía el pelo de rubio y, sin estar gorda, ya no presumía del cuerpo que seguramente tuvo.
Repasé la conversación, a ver si me había perdido algo y lo estaba malinterpretando, pero su primera respuesta había sido estoy con Carmen, así que la última había sido reiterativa.
Un sudor frío como pocas veces había sentido me recorrió la espalda. Dudé de todo. De mi vista, del teléfono. Pero la mujer que había visto salir era Cossima, con la que me casé por la iglesia hace 8 años y con la que tengo dos hijas mellizas.
Arranqué, salí del aparcamiento y me dirigí hacia donde habían ido caminando. Tal vez solamente necesitaban un café para continuar la reunión con Carmen, me dije. O habían salido a comprar algo. Pero Cos, que es como sólo la llamo yo, llevaba su bolso al completo y el compañero un bolso-maletín que me extrañaba que necesitara para salir cinco minutos del trabajo.
No iban a por un café. En la segunda travesía a la derecha, calle por la que pude subir, se montaban en un BMW serie 1 blanco. Reduje la marcha para darles tiempo a salir y seguí sus ...