Mi vecina Erika, primer parte - Relatos Eróticos

Mi vecina Erika, primer parte

Hola, mi nombre es Miguel, actualmente tengo 50 años y lo que voy a relatarles aquí es 100% real y todo comenzó hace seis años. Soy divorciado y vivo en un departamento de una típica unidad habitacional de la CDMX, cuando un día y luego de regresar de mi trabajo, me tocó ver un camión de mudanzas que estaba descargando muebles y cajas. A este disímblo grupo pude ver que lo dirigía una mujer que les indicaba dónde era el departamento al que había que llevar las cosas y ella misma, ayudada de sus pequeños hijos, también le entraban a la faena de cargar. Observé que le costaba llevar una maleta, un poco grande que apenas podía levantar, así que, de manera caballerosa me ofrecí a ayudarle.

-No, por favor, no se moleste
--Al contrario, para mí es un gusto ayudar a una nueva vecina-- le respondí. 

El departamento que estaba rentando estaba en la cuarta planta, la última del edificio. Una vez que me indicó de manera amable dónde colocar dicha maleta me dijo:

-Vecino, en verdad muchas gracias por la ayuda, en verdad no era necesario
--Ni lo mencione vecina, por cierto-- le dije extendiendo al tiempo mi mano derecha -- Mi nombre es Miguel, mucho gusto, soy su vecino del segundo piso, bienvenida al edificio
-Mucho gusto, yo soy Erika y estos son mis hijos- y me presentó a sus pequeños. Yo me soprendí mucho que tuviera tres hijos y tuviera un cuerpo de campeonato.

Erika era bajita de estatura, una carita muy bonita de tez morena, ojos almendrados. Pero lo que más ...

... llamaba la atención era su cuerpo. Tenía unos pechos que se marcaban muy bien a través del top deportivo color rosa que llevaba puesto, además de tener unas nalgas redonditas y muy paraditas, acompañadas de un par de piernas bien torneadas que se notaban gracias a los leggins súperpegados que hacían que se la marcaban mejor, además de que se notaba que llevaba una tangita de hilo dental que además le marcaba su puchita que a las claras se notaba estaba depilada pues los labios se marcaban contra los leggins.

Al otro día, sábado, alguien tocó el timbre de la puerta y cuando atendí pude ver que era la vecina, acompañada de un hombre un poco más alto que ella, que me presentó como su esposo. LLevaban en las manos un recipiente y Erika me dijo, con beneplácito de su marido.
-Este es un pequeño presente por la ayuda del día de ayer, es un pastel ti y tú familia-
--Muchas gracias por el detalle, no era en verdad necesario. Además vivo solo, así que lo mejor será que pasen y prepararé un café y lo podemos compartir--
Pasamos una velada bastante agradable y ahí me enteré que el marido tenía 38 años, era un especialista en sistemas que debido a sus conocimientos debía viajar casi todas las semanas. Erika se dedicaba a cuidar de los tres hijos que tenían juntos, teniendo una edad de 36 años y que además mientras los hijos estaban en el colegio, ella solía ir al gimnasio, razón por la cuál ahora entendía el tremendo cuerpo que se cargaba.

Poco a poco nos fuímos conociendo mejor y su ...