Los blanquísimos jamones
Fecha: 01/02/2021,
Categorías:
Hetero
Tus Relatos
Autor: Caramelo, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
... envuelta en un toallón. Yo me había desnudado y quedado en calzoncillo. No quería asustarla para nada. De todas maneras como la vi yo me vería ella…
Me duché, me sequé y fui hacia la cama. Araceli estaba cubierta por la sábana. Yo no tenía ningún a toalla.
-¡Puedo acostarme?
-Si, claro. – Y sonrió, con la sonrisa más dulce que vi en mi vida.
Levanté la sábana suavemente, sin descubrirla toda. Solamente una parte de sus pechos. Ella no hizo ningún movimiento para cubrirse. Me acosté a su lado. Por supuesto estaba absolutamente empalado. ¡Era demasiada belleza lo que había visto!
Pasé uno de mis brazos por su cuello. Ella se arrebujó contra mí, de costado, apretando sus tetas contra mi pecho. Estaba hirviendo, con los ojos cerrados.
Corrí toda la sabana y me acosté sobre ella, cuidando con las rodillas no aplastarla. Araceli abrió las piernas. Levanté el torso con mis brazos y busqué sin mirar su vagina con el glande. Ella seguía con los ojos cerrados…, suspirando o gimiendo… Cuando la penetré fue muy despacio, dejándome caer muy lentamente.
Me apreté contra ella y la abracé. Estaba totalmente adentro. Araceli pasó sus piernas envolviendo mi ...
... cintura y allí la besé. No hizo falta que abriera su boca con mi lengua. Ella la recibió totalmente entregada. Sus gemidos, temblor, sacudida y la forma como su vagina apretó mi pene me dijo que tuvo su primer orgasmo. Totalmente abrazados, con piernas, brazos y almas, comencé a bombear muy lentamente. Ella acompañaba mi ritmo y me clavó sus uñas en mi espalda. Nueva tensión, sacudida, y latido de su vagina. Nuevo orgasmo.
-¡AAAAAHHHH! ¡Dios, es hermoso!- Al fin decía algo, con mis labios contra los suyos y mi lengua luchando con la suya.
-Tesoro, voy a eyacular, en cualquier momento. ¿Querés que te la saque?
-¡No, no, no!
-Pero…
-No, no, no hay problema. No estoy en días fértiles. ¡Acabame adentro por favor!
Es lo que hice. Me crispé, me sacudí con todo, y mientras sentía como mi semen la llenaba, Araceli nuevamente acababa. ¡Dios, que maravilla!
Salí de ella y quedé boca arriba. Araceli se acurrucó en mis brazos.
Estábamos en el paraíso, reponiendo fuerzas, suspirando y respirando agitadamente. Araceli se incoporó levemente y me besó en los labios, dulce y tranquila. No hubo lenguas allí. Acaricié sus nalgas, tersas, impolutas, hermosas.