1. Ya soy el puto del equipo (VIII)


    Fecha: 01/01/2018, Categorías: Microrelatos, Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos

    Domingo por la mañana.
    
    Cuando no tengo a nadie en día domingo, me lo paso en mi habitación, entre la cama y la play, escribiendo cosas o entrando a páginas porno gais. Me excito, me voy al baño, me pajeo, la gozo y vuelvo a lo mismo. Es por eso que he tomado costumbre de ir desnudo y me encanta ir a lugares donde se pueden realizar actividades desnudo y sobre todo en verano a la playa nudista.
    
    Mi taita me dice que, antes de salir de mi habitación desnudo en cualquier día de la semana, debo asomar la cabeza por la puerta para saber si está la chica de la limpieza merodeando por allí, no sea que se moleste. Yo siempre le digo que la ponga en el lavado de ropa y ayudándole en la cocina y que busque un chico que quiera trabajar y si es gay mejor, así no tengo que ir preocupándome. Mi taita se sonríe y se calla. Esta idea no es mía, es suya, me lo dijo una vez, pero le da reparo poner un aviso, «Se necesita chico gay». Me río porque igual alguien se podría molestar. Por eso tengo que mirar, pero ya se encarga mi taita de hacer que la chica limpie en otro lugar cuando es mi hora de desayunar. A ella no le molesta, porque siempre me ha visto desnudo. Es mi taita.
    
    Pero hoy es domingo y la chica, Elisabet se llama, tiene libre y no viene nadie a la casa si yo no invito, así que estamos mi taita y yo. Por eso es en domingo cuando no necesito tener ninguna precaución porque no ha lugar a ello.
    
    Estoy acabando el desayuno y me voy a la ducha, una paja, una buena ducha y a ...
    ... secarme y vestirme.
    
    Suena el timbre de la puerta.
    
    Me sobresalto pensando: «¿Quién llamará a estas horas?».
    
    Escucho los pasos de mi taita para saber quién es o de qué se trata.
    
    — Hola, hola, —dice mi taita.
    
    No escucho bien pero alguien está hablando.
    
    — Hala, coge todo y súbelo, —dice mi taita.
    
    Me visto rápido y salgo descalzo a la puerta.
    
    — Taita, ¿quién sube?
    
    — Abelardo.
    
    — ¿Qué quiere?
    
    — Ahora lo veremos.
    
    Cuando aparece por la puerta, nos quedamos paralizados como si viéramos un fantasma.
    
    — Con razón no te conocía por el visor, —dice mi taita.
    
    Estaba hecho una lástima. Un ojo casi cerrado del todo con una fuerte contusión, el pómulo hinchado, las narices hinchadas y señales de sangre en la boca porque no se la había podido lavar.
    
    — Ven, Abelardo, mi hijito, ¿quién te ha hecho eso?, —pregunto mi taita.
    
    — Mi padre, —respondió escuetamente Abelardo, quejándose de la boca por haber hablado.
    
    — No digas nada, hijo, ¿has comido?
    
    Movió la cabeza hacia los lados.
    
    — Mientras tú le haces compañía, yo preparo algo blando para que coma y luego avisaré al médico para ir a emergencias, mal día hoy para encontrar a nuestro médico.
    
    — Don Fermín, ¿podría venir a casa y traerse un policía?, —había marcado el número de mi administrador que es abogado y me aparté de Abelardo.
    
    — ¿Qué ocurre?, —me contesta.
    
    — Aquí tengo un amigo al que su padre le ha pegado una paliza de padre y muy señor mío, parece que incluso algo tiene en el costado ...
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