Dulces artesanales
Fecha: 05/01/2018,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: SexNonVerba, Fuente: CuentoRelatos
... este ahora. Te dejé la plata justo ahí, sobre el mostrador.
El jovencito caminó hacia donde estaba el dinero, tomó el billete de cien con desconfianza y se lo guardó en el bolsillo del pantalón.
Ese era el momento de salir de allí. No era necesario esperar a que leyera el malintencionado mensaje. -¿Todo bien?- Quiso confirmar Estefanía dispuesta a abandonar el lugar.
-¿A usted qué le parece?- Respondió el chico, señalando el enchastre que había en medio del almacén. Inmediatamente bajó la mirada al anotador y se detuvo allí algunos segundos…
Tarde. Pensó Estefanía.
Luego él arrancó la hoja, la estrujó en un puño y la guardó junto con el billete.
-Bueno, yo… lo siento, no debí haber escrito eso.
-¿Quién se ha creído como para entrar a mi casa sin llamar?
El chico parecía de verdad enfadado. Estefanía se arrepintió inmediatamente por haberlo humillado con aquel estúpido mensaje. ¿Qué pretendía? ¿Divertirse a su costa? Sintió vergüenza de ella misma.
-Te pido disculpas, de verdad… Vi el cartel de afuera y entré a comprar unos dulces… No había nadie, entonces…
-Podría haber llamado. Esto no es un autoservicio.
-Lo siento. Ya me voy. -Dio media vuelta para marcharse, pero la voz irritada del chico la detuvo.
-Además, el dulce de higos no está a la venta.
Entonces ella se volvió: -Pero… estaba exhibido en el estante.
-Se está macerando. No está a la venta todavía.
Se sentía culpable y no tenía intenciones de confrontar, así que volvió ...
... hacia el lugar de dónde había tomado el frasco de dulce de higo y lo acomodó exactamente en el mismo sitio de dónde lo había tomado.
-Como digas. Me llevo otro de arándanos entonces.
-Solo el de naranjas está a la venta.
Estefanía comprendió que el chico, humillado y ofendido, estaba dispuesto a contrariarla en todo. Entonces se le ablandó el corazón, tomó aire y se sinceró con él:
-Mirá… Tenés razón… Te pido disculpas por haberte espiado. Estuve muy mal. Quedate con el billete, pero… Lo siento, no me gusta el dulce de naranjas, es muy amargo.
-El que hace mi abuela no es amargo. ¿Lo quiere probar?
El chico tomó uno de los frascos de dulce de naranjas que descansaba en el estante detrás del mostrador. Era delgado pero las líneas de sus músculos ya habían comenzado a dibujarse en su cuerpo. Cuando desenroscó con fuerza la tapa del tarro, Estefanía pudo ver como las fibras de sus brazos y de su pecho se tensaban bajo la piel bronceada. Ella pensó que estaba en el punto exacto en el que un chico se transforma en hombre, aunque todavía sin ser ni una cosa ni la otra.
-¿Cuál es tu nombre?- Preguntó Estefanía resignada e intentando parecer amigable, mientras se acercaba al mostrador por el lado habitual de los clientes. Ya se había resignado a poner su mejor cara y llevarse la mermelada de naranjas, incluso si le parecía horrendamente amarga.
-Me llamo Sandro.
-Che, Sandro… De verdad te pido disculpas por lo que pasó… No debí haberte espiado… ni tampoco ...