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Dulces artesanales
Fecha: 05/01/2018, Categorías: Dominación / BDSM Autor: SexNonVerba, Fuente: CuentoRelatos
... permanecían paralizados con la vista al frente. La nube de polvo del exterior comenzó a disiparse y, para sorpresa de todos, el contorno de una forma rectangular comenzó a dibujarse a menos de tres metros del parabrisas. Era un letrero armado con tablas de madera maciza. Tendría dos metros de ancho por uno y medio de alto y estaba afirmado al suelo por tres gruesos troncos. De tan cerca, parecía gigante. Hubiese sido un impacto duro. -Quiero dulce, má. La voz de Joaquín fue una inyección de adrenalina en el corazón. Todos comenzaron a respirar de nuevo con profundos y agitados suspiros. Fue la voz de Marcos la que devolvió todo a la normalidad: -¿Qué son losartesanales, má? Y Rosa tomó la delantera: -¡TE VOLVISTE LOCA! ¡CASI MATAS A TUS HIJOS! -Su madre había vuelto a la vida y de la mejor manera: -¡Te cruzaste de carril cuando venía ese camión! ¿¡En qué mierda estabas pensando, insensata?! Estefanía la miró y pensó en decirle que se estaba echando el mejor polvo de su vida un segundo antes de que la interrumpiera con sus gritos de vieja pedorra insoportable. Pero no dijo nada. Todavía le temblaban las piernas, un poco por el pánico y otro poco por el orgasmo que nunca llegó. Miró hacia atrás por el espejo retrovisor. Los niños estaban bien. Miró hacia el frente. La nube de polvo ya casi se había disipado. Solo quedaba aquel letrero de letras rojas escritas a mano tan aterradoramente cerca del parabrisas. -Dulces artesanales. -Leyó Estefanía en voz ...
... alta, casi sílaba a sílabas. Rosa parecía no haberse percatado del anuncio hasta escuchar aquellas palabras pausadas de la boca de su hija. -¿Por qué no bajás y comprás unos dulces para llevar de regalo?- Arremetió inesperadamente Rosa. Y agregó: -Salir te va a venir bien para oxigenar un poco el cerebro. No quiero morir en este desierto infecto. -Es exactamente lo que haré. -Respondió Estefanía casi sin pensar. Salir de aquel infierno no era una excelente idea; era la única opción posible. Su madre había empezado a decirle algo respecto de llevarle un dulce de regalo a su amiga Zulma y otro a… Cuando Estefanía bajó del auto dejándola con la palabra en la boca. La gallina había quedado cacareando sola dentro del Honda que, dicho sea de paso, tenía una muy buena insonorización. Le temblaron las piernas. Al cerrar la puerta tuvo que afirmarse contra el coche para no perder el equilibrio. La humedad del exterior la fagocitó por completo. La atmósfera estaba tan densa que el aire se le antojó espeso, gelatinoso. El sol del mediodía estaba casi en el cenit y los rayos se le hundían como agujas en la piel. El sonido monocorde de un coro infinito de chicharras disonantes inundaba el ambiente. El aire caliente era irrespirable. Así caminó Estefanía los treinta metros campo adentro que la separaban de aquel rancho de madera cubierto por la sombra de una pequeña arboleda se sauces. -¿A dónde voy exactamente?- Se preguntó su mente, que aún permanecía aturdida por las ...