1. Euterpe y Tauro (2)


    Fecha: 07/01/2018, Categorías: Bisexuales Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    CAPÍTULO 2º
    
    Ha pasado algo más de un año desde aquella noche en la sala de juventud de París ya que estamos, digamos, a fines de febrero de 2006, en Ciudad México, capital de la República mexicana. ¿Cómo es que está Elena Gaenva en la capital de Méjico, perdón, México? Pues esas cosas que, a veces, tiene la vida; acabando una gira por los USA que la llevó desde la Costa Este, Nueva York, a la Costa Oeste, San Francisco y Los Ángeles, pasando por algún predio del interior de los USA, como Filadelfia, Chicago, Las Vegas, conoció a un impetuoso empresario teatral del país de los Aztecas que, impresionado al verla en Los Ángeles y San Francisco, le propuso un contrato con tres actuaciones en la capital federal mexicana… Y allá se fue la estrella del país de la tundra, la estepa, los grandes ríos, las enormes inmensidades… Dio dos recitales, aunque aquí fue con más pena que gloria, pues la colonia rusa de México es bastante escasa, con lo que la afluencia de público fue mermada; pero, de todas formas, el personal que acudió a la cita se divirtió de lo lindo, ganándose la estrella, una vez más, las simpatías de todo el mundo, rusos y no rusos que, por cierto, eran los más, aplaudiendo todos ellos a rabiar a la Gaenva
    
    Pero la Diosa Fortuna se empeñó en jugar su cuarto a espadas cuando a tal empresario se le ocurrió invitar a la artista a presenciar su primera corrida de toros. Y, la verdad, la estrella del país del hielo tuvo curiosidad por conocer ese espectáculo del que ...
    ... tanto oyera hablar, hasta allí, en su natal Rusia. En fin, que un día se sentó en una barrera de la plaza Monumental de la gran urbe mexicana. Nada más sentarse, echando la vista a su alrededor, llamó su atención el bullicio que la rodeaba; luego, el agudo clamor de clarines junto al redoblar de timbales, la sorprendió, casi la asustó, pero enseguida los cerrados aplausos del público la intrigaron; iba a inquirir, mediante el intérprete de que el empresario mejicano la proveyera tan pronto pisó tal tierra, lo que pasaba, cuando centró su atención la salida al ruedo de los toreros. Y ese colorido, ese destello de las lentejuelas de los trajes al ser heridos por los cegadores rayos del sol, esos “trajes de luces” tan barrocamente recargados, recamados en hilos de oro los de los “espadas”, la encantó, prendiendo por entero su atención e interés. Y luego, cuando las “cuadrillas” hacían el “paseíllo”, con esos hombres, tan barrocamente engalanados, “galleando”, braceando con garbo y, a simple vista, orgullosos de lo que eran, de los entusiasmos que despertaban entre quienes llenaban los graderíos, aquello casi, casi, la embrujó
    
    La comitiva de toreros, a pie y a caballo, “monosabios”, areneros y mulilleros, con sus troncos de mulas que luego arrastrarían al desolladero los cuerpos, ya sin vida, de los toros, alcanzó el círculo de tablas de la barrera, bajo el palco presidencial, no tantos metros a la derecha de donde la diva se sentaba, y allí se deshizo. Pero lo que para Elena ...
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