Euterpe y Tauro (2)
Fecha: 07/01/2018,
Categorías:
Bisexuales
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... llevaba dentro ese embrujo que pone toda una plaza boca abajo… Y claro, triunfó
Pero volvamos a donde estábamos; desde que Elena Gaenva vio a Juan se acabó su tranquilidad y el gusto por ver el espectáculo, pues desde entonces todo fue un continuo tener el alma en vilo. Cuando Juan toreaba, por eso, porque estaba ante las astas del toro y cuando no, porque la atormentaba pensar que en breve volvería a estar “su Juan” en peligro. Hasta terror llegó a sentir cuando, en el quinto toro, segundo de Juan, el astado lo enganchó por la taleguilla, (el pantalón), echándoselo a los lomos para luego lanzarlo a tierra y buscarle allí sañudamente
Ella, entonces, sintió hielo en el alma y, sin poderlo remediar, lazó un desgarrado grito de horror: “Dios mío, Virgencita mía, guardadlo, protegedlo”, se dijo en su interior; o lo soltó libremente al aire, en su lengua vernácula, claro está, pues ni ella misma era consciente de lo que hacía, sólo lo era de esa tremenda angustia, ese horrendo miedo por él que la anonadaba
Por su parte, Juan había recibido un palizón de aúpa, volteado por el aire y un golpe horrísono al caer al suelo, con lo que quedó medio inconsciente y, por ende, inerme, indefenso, literalmente, ante el morlaco que no perdonó, sino que se empleó con toda su innata furia, empeñado en cornear, destruir, matar, a aquél ser extraño, del que presentía la muerte. Pero Gallardo tuvo suerte, una vez más, y los fieros derrotes que el animal le lanzaba, a Dios gracias, no ...
... alcanzaron su objetivo Los toreros suelen decir que Dios o su Madre Santísima, cada tarde está con ellos, en el ruedo, listos, Él, Ella, a hacerles el “quite” en el momento más crítico, y algo así debió sucederle esa tarde a Juan…
Seguramente fue el instinto de conservación lo que hizo que esa semi inconsciencia de Juan durara lo que las “coplas de la zarabanda”, es decir, nada, pues al momento se dio cuenta de su comprometida situación; no lo pensó, sino que fue reacción instintiva, lo de agarrarse a las astas del burel, manteniéndose enteramente debajo de él, bajo su panza, que es el punto más seguro en tal situación, pues es imposible cornear allí a nadie. Las asistencias, banderilleros, los otros espadas, monosabios y hasta areneros salieron flechados en ayuda del compañero en apuros, logrando en breves momentos que el toro se desentendiera de Gallardo, que aprovechó la ocasión para soltarse y, girando sobre sí mismo, alejarse del astado
Se levantó del suelo corajudo, rabioso, ansioso por hacer pagar al morlaco el amargo rato pasado; pero también desencajado y no ya con el rostro pálido, blanco, sin terroso a efectos de tal rato. Y así, loco de furia, se fue al burel, reclamando lo dejaran solo en el ruedo, sin nadie más allí que el toro; le citó con la muleta desplegada, armada entre estaquillador y estoque y el cornúpeta reculó, rehusando el encuentro, pero Gallardo, decidido, le acosó y acosó hasta lograr romper su embestida; el marrajo embistió pero como ese tipo de ...