Ale, nuestra amante
Fecha: 20/01/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: pedrocascabel, Fuente: RelatosEróticos
... circulares muy oscuras, rodeando pezones del tamaño de una avellana, de color beis; un culo redondo, alto, duro y prieto, que semeja un melocotón, piernas larguísimas con muslos musculosos y su sexo adornado por abundante vello púbico muy rizado, que cuando no se rasura por completo, también adorna con mechas rubias y rojas. En conjunto, el aspecto propio de una hembra madura, guapa, saludable, pija, que aún está muy buena y representa menos edad de la que realmente tiene. A mí siempre me ha gustado mucho, mucho, y me sigue poniendo un montón.
Cuando nos casamos, Bila y yo éramos muy inexpertos, se podría decir casi vírgenes. Tuvimos relaciones prematrimoniales, eso sí, con mucho miedo y total mutuo desconocimiento (nunca olvidaré la confusión que sufrimos el día que la desvirgué porque ambos creíamos que tenía que sangrar mucho y eso no ocurrió). Yo me había descargado las ganas alguna que otra vez en un burdel de la carretera de Valladolid, pero nada sabía realmente de sexo, salvo masturbarme muy a menudo. En poco tiempo Fabiola dejó de ser una joven casada mosquita muerta y pasó a ser una folladora cojonuda, liberada de prejuicios y siempre con ganas de gozar y darme placer. Aprendimos rápido y bastante bien gracias a practicar a menudo y, podemos decirlo en voz alta, hoy en día seguimos siendo apasionados practicantes de sexo.
Con el paso de los años nuestras sesiones sexuales han ido teniendo altibajos, claro está, pero creo que en los últimos años hemos ganado ...
... en variedad y, lo más importante, en mutua naturalidad y confianza para abordar nuestras necesidades, fantasías, ensoñaciones, y las ganas de satisfacerlas.
Habitualmente los preliminares no son muchos, comienzan con varios besos con lengua, intensos, apretados, con mucha saliva. Después de lamer sus pequeñas tetas durante un par de minutos —intento meterme en la boca la mayor parte de cada una de ellas, lo que excita mucho a Bila— terminando con mamarle sus agradecidos pezones, primero suavemente y poco después, mordisqueándolos con labios y dientes, acompañado de un lento masaje en su sexo con la palma de la mano y los dedos juntos, arriba y abajo, a todo lo largo y ancho, hasta que, totalmente empapada, pide que la penetre ("ya, amor, ya; métemela, por favor").
Es estupendo meterla en su coño suave, caliente, muy mojado. Me muevo lenta y pausadamente, lo que le pone muy cachonda y me permite recrearme escuchando los grititos, suspiros y jadeos que va dando cada vez un poco más fuertes ("qué bien, corazón, sigue; ahora empuja más fuerte, más, más; sigue, … ¡qué gorda la tienes, cabrón!"). Es mujer de dos o tres orgasmos por sesión y suele tardar poco tiempo en correrse la primera vez, descansa unos minutos durante los que no deja de acariciarme suavemente el rabo y después se arrodilla a mi lado de manera que pueda meneármela cómodamente, hasta que le digo que se la quiero meter de nuevo y se sube encima de mí diciendo: "que no se te baje, cariño; dame polla, no pares ...