1. Jenny y Soledad


    Fecha: 06/07/2017, Categorías: Gays Autor: Dorsai, Fuente: CuentoRelatos

    ... blusas blancas holgadas.
    
    No pensé, ni siquiera podría decir que reaccione, estaba improvisando a ver que podía pasar.
    
    - No - les respondí, me apartaba un poco y abrí más la puerta teniendo cuidado que no notaran que estaba desnudo – pero si me interesaría oír algo más, pasen por favor.
    
    Cruzaron una mirada entre ellas, quiero creer que más pudo su deseo de convertirme que el morbo. Entraron pidiendo permiso y se quedaron paradas en medio de la sala.
    
    Las hice sentarse en un sofá y yo me ubique cuidadosamente frente a ellas, con la bata cerrada y el pene duro pero oculto.
    
    Empezaron su discurso, la mayor era la hermana Jenny y la menor la hermana Soledad. Ambas empezaron a hablarme de Dios, Jesús, la vida eterna y los tormentos del infierno.
    
    Sólo las escuchaba y asentía con la cabeza. No tenía la menor idea de que hacer. ¿Irme directo a los labios de una y tocarle las tetas a la otra?, ¿hacer que una de ellas se vaya e insinuarme a la que se quedara?, ¿emborracharlas?
    
    Luego de un rato sólo oía la voz de Soledad. Jenny me estaba mirando las piernas. La bata se había corrido un poco dejándolas parcialmente a la vista. Siempre fueron robustas y velludas, en esa época hacía mucho ejercicio y se notaban tonificadas y duras.
    
    Ya tenía casi media hora oyendo a Soledad sobre El Salvador, Jenny seguía observándome las piernas con disimulo y yo cada vez más excitado.
    
    - Podría ponerse algo más decente señor – dijo la menor. Se notaba algo incomoda.
    
    Decidí ...
    ... jugármela del todo, saque un cigarrillo que estaba en el bolsillo de la bata lo prendí, le di una calada y crucé las piernas de tal manera que si ellas quisieran podrían ver mis testículos.
    
    - ¿Qué piensas de la masturbación?
    
    Soledad se quedó callada y Jenny abrió los ojos sorprendida. No se esperaban algo así. Yo tampoco para ser honestos, me desconocí en ese momento.
    
    - Este… - balbuceó Soledad -es malo, es pecado
    
    Jenny seguía sin hablar, pero en sus ojos me pareció detectar una señal de curiosidad, la achaque a mi excitación.
    
    - ¿En serio? - respondí dándole otra pitada al cigarrillo – porque se siente muy bien, es algo delicioso y que a mí me relaja. Y se siente tan rico.
    
    Me esforzaba para que cada palabra sonara lujuriosa, miraba directamente a los ojos de Soledad y vi como esta enrojecía. Jenny sostuvo mi mirada por más tiempo, pero terminó desviándola.
    
    - Pero señor, eso es malo, es el demonio quien lo obliga a hacer esas cochinadas.
    
    Me sentía diferente, me sentía como un ser poderoso que observa a su imperfecta y maleable creación.
    
    Abrí mi bata y mostré mi pene en toda su erección. Duro, venoso, palpitante, deseoso de ser aliviado de cualquier forma.
    
    Soledad se quedó sin palabras, insultada en lo más íntimo de su ser. Jenny era imposible de leer. ¿Asustada?, ¿excitada?, ¿ofendida?
    
    Di una fuerte pitada al cigarrillo y empecé a jugar con mi verga.
    
    - Me encanta pajearme – les dije – la sensación es deliciosa, dudo mucho que algo que produce ...
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