Me "okuparon" el piso
Fecha: 09/05/2021,
Categorías:
Sexo con Maduras
Tus Relatos
Autor: Jeitos, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
... dices? Será un cazo de vieja, pero ¿qué me contais de este culo? ¿acaso no es aún más que aprovechable?
Y mientras tal decía, el dedo corazón, que tenía presionándome el ano, me lo mete de golpe, entero, por el culo arriba. No puedo evitar dar un grito, malamente contenido, ante el dolor y la sorpresa que me produjo semejante inesperada y violenta clavada.
- Gordito, carnoso, buenos glúteos y aún firmes. ¿Me vais a decir que no os vale para endiñársela aquí dentro -se explicaba mientras removía su dedo cada vez más virulentamente en mi interior- ¿Creíais que no me entero, que no tengo ojos? Pues si os parece un callo no miréis para su cara y la usáis solo para que con la boca os haga un buen lavado de la polla después de follarle el culo, que para eso bien que vale.
Ya no podía más. Me habían reducido a la categoría de ganado despreciable, de objeto, para unos repugnante y desechable, para otros al que aún se le podía dar cierto uso. La más abyecta y nauseabunda escoria de la sociedad disponía de mi cuerpo como le placía al tiempo que me escarnecían con sus vejatorios comentarios. La situación se me había ido totalmente de las manos y nunca había caído tan bajo. Empecé a llorar. El “bullas” viendo en peligro su plan retira el dedo de mi culo y me dice:
- No te pongas así, que estos son un poco brutos y no entienden de nada. No les hagas ni puto caso. Yo solo quería demostrarles que sí que vales, que estás muy buena. Ya verás que bien lo vamos a ...
... pasar.
Marché. Llorando, rota, aturdida y traumatizada. Antes, “el bullas” me da un papel:
-Es mi número de teléfono. Cuando te pase el sofoco llámame, que en breve, cuando te empieces a imaginar cabalgada por cuatro pollas bravas, cambiarás los lloros por la humedad y el ardor que vas a sentir en el coño ¡cariño!
Y de despedida me da un buen apretón con su manaza en mi nalga izquierda.
Al llegar a casa tuve que disimular todo lo que pude ante mi marido. Me preguntó por como había ido el asunto, y de forma vaga le contesté que, a ver, dentro de lo que cabe parecía gente razonable y que me dijeron básicamente que les diera un tiempo para buscar una alternativa residencial. Lógicamente no me extendí mucho más, ni malditas las ganas que tenía, y como él, instalado como siempre en su proverbial abulia, tampoco inquirió mucho más, ni se percató de mi estado de alteración, ahí quedó la cosa.
Durante el resto de la jornada las sensaciones desbocadas que me produjo la experiencia hicieron que la cabeza me quisiera estallar, los nervios me corroyeran, el corazón palpitara descontrolado, el pensamiento se bloquease, y el culo, todo hay que decirlo, me escociera un montón. Presa de semejante tensión y ansiedad solo venían a mi mente oleadas de flashes: la humillación, la degradación recién sufrida, el dedo en el culo delante de todos, el piso, las vejaciones, la propuesta, el dedo en el culo, el desprecio, el “ya verás que bien lo vamos a pasar”, el sentirse una puta ...