Madre, hija y abuela, folladas entre los plátanos
Fecha: 27/01/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... poco, y se puso a mamársela tan ricamente, con ritmo y golosita. La sorpresa fue que la mamona se adelantó a los acontecimientos y le pidió a Jorge con gestos que le follara el culo. Puede que Helga hubiera notado las miradas de deseo que a cada momento él le lanzaba a su culo, y tal vez pretendía compensarle por sus muchas atenciones. Lo cierto es que Jorge le quitó el bikini, la recostó bocabajo sobre la mesa de la cocina y desde atrás, de pie, le ensartó la polla en el recto con relativa facilidad debido a que aquel culo veterano estaba bien acondicionado y entrenado para el polvo anal, lo que no impidió que la doñita lanzara gritos de dolor seguramente porque no acostumbraba a encajar una polla de veintitrés centímetros. Ya aplicado con fervor a la faena, a Jorge le importó una mierda los chillidos de la doña y continuó hincándole su verga como si tal cosa, incluso con saña, aunque es verdad que poco a poco ella se fue adaptando a su pollón y que los gritos quejicas se tornaron en jadeos de placer. Mi amigo tardó más de la cuenta en correrse, pero cuando lo hizo parecía que no iba a terminar nunca. Manguerazos de caliente semen inundaron el culo de Helga que, orgullosa de provocar tan caudalosa corrida, llegó a sonreír pícaramente rebosante de satisfacción. Concluida la enculada, Jorge acompañó a la señora al baño más próximo, para que se aseara utilizando el bidé, y luego hizo que se pusiera el bikini y que se alejara de la cocina para evitar suspicacias.
Un ratillo ...
... más tarde, cuando mi amigo tuvo la mesa servida, llamó a las guiris para que pasaran al comedor. La comida era más bien informal, a base de picoteos y de platos para compartir, pero a las tres suecas —muy buenas de boca— les pareció una comida excelente y desde luego se pusieron moradas. El postre fue de lo más lógico: plátanos de inmejorable aspecto.
Nada más comer pasaron al salón para tomar café y algún licor «digestivo», pero al poco rato la abuela Helga y la mamá Erika se quedaron dormiditas en el sofá, mientras que la joven Greta y Jorge, que no tomaron vino en la comida, se sentían despiertos, vivos y llenos de energía. Consciente de que estaba otra vez ante una oportunidad pintiparada, Jorge le propuso a la joven darse otro remojón en la piscina y ella aceptó sin dudar lo más mínimo e incluso sonriendo maliciosamente, como si se barruntara que iba a pasar algo entre ellos. Tras nadar un poco, Jorge la acorraló en una esquina de la piscina y le dio un beso caliente con lengua que les supo a gloria pura. Acto seguido ambos salieron del agua y, semi ocultos entre algunas plataneras de jardín, Jorge extendió una toalla camera sobre el césped y, una vez que Greta se tumbó sobre ella, él se volcó en poseer poro a poro aquel cuerpo flaco, blanco como la leche, de apenas dieciocho añitos. Después de sacarle el bikini primero le trabajó los pechos —lengüeteándolos, mordisqueándolos, chupándolos, sorbiéndolos, engulléndolos— y no paró hasta dejárselos erectos, erguidos sobre ...