Sombras de un diario
Fecha: 27/01/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Esteban Jonás, Fuente: CuentoRelatos
... agotado un poco, sumado al cansancio que ya traía de ese día.
Tuve una idea para asegurar la pequeña puerta, así que desgarré la sábana manchada en dos partes, coloqué un cable en el interior de uno de los trozos de tela y le fui dando vuelta hasta tensarlo, haciendo un fuerte torniquete. El resto de los cables eran pequeños pedazos, no iba a poder hacer lo mismo con el otro trozo de sábana, pero aun así le di vuelta y la tensé de igual manera. En la pequeña puerta, del lado exterior, tenía un par argollas de metal soldadas a la lámina, así que até ambos trozos de tela a ellas, quedando asegurada la puerta como si se tratara de una cadena con candado. Lo sé, no es lo más seguro, pero es mejor que nada.
—Bien, dormiremos tranquilos Pelusa—le hablé a mi compañerito luego de hacer bien los nudos de los torniquetes de tela.
— [Leve chillido].
—Sí, yo también tengo sed.
Tomé un tobo de hierro, vacié su contenido de agua en otro y lo usé como silla, me senté allí y saqué mi botella grande de agua y pude tomar a placer, sin preocupación. Mi cuerpo sintió un gran frescor, tomé bastante, casi vacié el contenido. Después le di a Pelusa en su tapita.
—Mucho supervisar cansa, ¿eh Pelusa?
Sé que fui algo irresponsable al tomar tanta agua, pero llevaba días fantaseando con hacerlo; además, tenía bastante agua a mi alrededor, solo tenía que tratarla para hacerla potable. Cuando de pronto: “CHILLIDOS”.
—Están muy cerca—pensé.
Saqué mi escopeta. La azotea del ...
... edificio no tenía ningún tipo de barandas, había que tener cuidado con acercarse al borde, un resbalón o un ligero tropiezo, y listo, caería al vacío. Guardé a Pelusa en la mochila, en su mismo koala de media y lo dejé cerca de la puerta. Luego me arrastré hasta el borde de la azotea para asomarme, tenía que hacerlo con mucho cuidado, asomaría solamente un poco mi cabeza, no quería que me vieran. Llegué hasta el borde que daba con la avenida. Allí estaban ellos, “son los mismo que vi hace rato”, pensé. Tenían sangre en sus rostros. Sentí mucho miedo y adrenalina, mi corazón latía rápido. Deseé que no entrasen al edificio; si daban conmigo no tendría escapatoria, solo saltar al vacío o darme un tiro en la cabeza.
Entraron. Habían entrado al edificio dónde estaba. Al menos había reforzado la puerta. Me preparé para lo peor. Me acerqué a la entrada de la azotea, apuntando hacia abajo con mi arma. Si lograban romper el torniquete de seguridad que apliqué, entonces los recibiría con un disparo.
Habían pasado quizás unos tres minutos, yo permanecía allí cómo una estatua, apuntando hacia abajo. Alejé la de la entrada a mi pequeño amigo, no quería que escucharan a Pelusa, ni menos quería que le hicieran daño. El tiempo pasaba…nada. Levemente escuchaba los chillidos de Pelusa, muy a pesar que estaba dentro de la mochila y alejado de mí.
Los había contado, eran ocho de ellos, - y yo solo tengo cuatro cartuchos -. Si lograban abrir la puerta, tendría que cargar mi arma muy rápido ...