1. Historias de minimercado


    Fecha: 29/01/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    De aquella época sólo tengo recuerdos entrañables. Bien podría decir que mis mejores aventuras –las que merecen ser contadas– ocurrieron todas en aquel caluroso verano.
    
    Recién egresado del colegio secundario, había decidido tener mi primera experiencia laboral durante los meses previos a mi ingreso a la universidad. Entre los motivos que me llevaron a tomar tal decisión podría mencionar la necesidad de dar mis primeros pasos hacia la independencia económica, descansar un poco de los privilegios y de la comodidad a la cual estaba acostumbrado, saber qué se sentía ganarse la vida comenzando desde abajo… pero estaría mintiendo: lo único que buscaba era escaparle por primera vez a las tediosas vacaciones en familia.
    
    Conseguí empleo como reponedor en un minimercado en el norte de San Ignacio: la ciudad que me vio crecer. Omitiré el nombre del negocio porque es probable que aún esté funcionando y, quién sabe, quizá el Misil continúe trabajando allí. Este particular personaje era el cajero estrella y hombre de confianza de los propietarios.
    
    Nunca supe su verdadero nombre, o quizá lo olvidé. A sus cuarenta años, y a pesar de una vida cargada de reveses y excesos, conservaba una juvenil lozanía que, de acuerdo a sus versiones, le reportaba gran éxito con las mujeres. No había nada que le gustara más que hacer alarde de sus conquistas y de la fama de seductor que lo jerarquizaba como un verdadero macho alfa.
    
    Cuando la clientela flaqueaba me llamaba con un gesto; entonces ...
    ... yo sabía que debía acercarme a la caja y que allí escucharía la historia de alguna de sus gestas amorosas, la mayoría de las cuales tenían lugar, o habían surgido, en el propio establecimiento comercial.
    
    Quien lo escuchaba en sus pasionales exposiciones se hacía la idea de que si no se había cogido a todas las mujeres del barrio era por falta de tiempo libre; aunque el portador del virus del cinismo encontraría difícil creer tales hazañas, sobre todo si se tenía en cuenta su modesto estatus social, sus torpes modales y su denigrante consideración hacia el sexo opuesto; consideración que nunca se molestaba en disimular:
    
    –¡Son todas putas, nene! –Me repetía constantemente– ¡Les gusta la pija más que el dulce de leche!
    
    Cada vez que hacía esta misógina aseveración, yo trataba de disimular mi fastidio y le obsequiaba una aquiescente sonrisa, mientras me preparaba para oír el chiste de la pija embadurnada en dulce de leche, que siempre venía a continuación.
    
    El total desprecio que al principio me provocaba su persona y el resignado escepticismo con que escuchaba sus historias pronto se fueron transformando en algo que se podría confundir con el afecto, el cual fue aumentando a fuerza de compartir juntos momentos increíbles.
    
    A veces me pregunto en qué andará ese pintoresco personaje generador de un sinfín de anécdotas. Alguna vez he sentido ganas de volver al barrio y saber cómo le ha ido en todo este tiempo; pero sé que jamás lo haría; no podría hacerlo el eficiente ...
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