1. Historias de minimercado


    Fecha: 29/01/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    ... cajero se levantó rápidamente de su asiento y, con la pija al aire, convidó a la mujer a que lo siguiera hasta el depósito. Ella fue tras él. Cuando él la invitó a entrar, ella volvió su cabeza, miró el cochecito estacionado junto a la caja y vaciló. Él se apresuró a tranquilizarla:
    
    –No te preocupes, madre, no le va a pasar nada al niño. Vení putita, vení…
    
    Entonces la tomó del brazo y la introdujo en la sala del depósito. Era increíble cómo aquella circunspecta madre había dejado a su bebé abandonado por ir tras una pija; y parecía como si no le importara que su marido volviera al local y la descubriera.
    
    Cuando me asomé a la puerta del depósito, el Misil tenía a aquella madre totalmente sometida: inclinada hacia adelante, apoyada sobre una heladera horizontal, con el culo en pompa y la tanga a la altura de las rodillas. Le estaba dando por el orto sin piedad; la embestía con la violencia de una bestia salvaje mientras le metía los dedos en la boca; ella se los chupaba como desesperada.
    
    La banda sonora de la mañana ya no era dominada por el tedioso zumbido de las máquinas, sino el estrepitoso sonido producido por el choque del bajo vientre del Misil contra aquellos cachetotes redondos de pura carne: ¡pla pla pla pla! Ufff… ¡Qué serruchada de ojete, por Dios!
    
    Llevarían unos cinco minutos culeando cuando el bebé comenzó a llorar fuerte. Ellos ni se mosquearon: siguieron como si nada. La enculada madre mantuvo su carita de puta, mordiéndose el labio e impulsando ...
    ... su culo hacia atrás con vehemencia en busca del vergón del cajero; estaba gozando como perra en celo.
    
    Un minuto después empezó a gemir tan fuerte que sus gritos taparon el llanto de su pequeño hijo; su concha empezó a chorrearse como si fuera una canilla, y no cesó de hacerlo hasta que el Misil, a punto de acabar, la tomó fuerte del pelo y la indujo a arrodillarse de frente a él. Entonces ella abrió bien grande la boca y él le vació los huevos en ella: grandes chorros de semen fluyeron hacia la garganta de la perra. Ella no solamente se tragó toda la leche del cajero, sino que luego le limpió la verga con su boca. ¡Tremenda lustrada de sable post coito anal! Recuerdo que le apoyó la punta de su lengua sobre el orificio del glande y la hizo serpentear para recoger hasta la última gota de leche.
    
    Instantes más tarde, mientras la putita se subía la tanga y se acomodaba el vestido, aproveché para correr hasta mi escondite. Desde allí la vi salir y marcharse apurada intentando calmar a su bebé, que continuaba llorando. Luego apareció el Misil, venía abrochándose el pantalón. Con actitud soberbia y satisfecho semblante, me repitió por enésima vez:
    
    –Son todas putas, nene, ¡todas putas! Y estas chetas son las peores.
    
    Segundos después pude observar, a través de una de las ventanas del local, el tierno beso en la boca que la joven madre le obsequiaba a su marido –que seguía hablando por celular– antes de partir con sus compras.
    
    Ese día perdí quinientas monedas, pero gané ...
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