1. Historias de minimercado


    Fecha: 29/01/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    ... profesional, con una vida ordenada y monótona, una esposa funcional y dos pequeños tesoros de incalculable valor. Sin embargo, a menudo encuentro un ominoso y secreto placer invocando en mi memoria los detalles de aquellos episodios que marcaron el final de mi adolescencia, y que relataré a continuación.
    
    La madre
    
    Aquella mañana estaba particularmente floja: casi no habían entrado clientes. En comparación con la vorágine que habíamos sufrido en días anteriores en virtud de las fiestas tradicionales, el minimercado parecía una taberna de pueblo fantasma. Es cierto que aún era temprano; pero en días normales, incluso a las 9 am, no hubiera reparado yo en el sonido de las heladeras ni en el del aire acondicionado, y en ese comienzo de jornada el leve zumbido de dichos artefactos me aturdía más de lo que lo podría hacer el silencio absoluto.
    
    Para matar el aburrimiento, o quizá para no tener que escuchar las fatuas historias del cajero, me dispuse a ordenar la góndola de productos de limpieza. Fue allí cuando los vi entrar: era una pareja con un bebé. Los flamantes padres estarían en sus treinta –quizá treinta y cinco– y tenían aspecto refinado.
    
    Me detuve a observar a la mujer: era hermosa. Llevaba puesto un ligero vestidito suelto, apenas por encima de las rodillas, del cual bajaban unas piernas exquisitamente formadas que terminaban en unos pies deliciosos, apenas cubiertos por unas frescas sandalias. Disimuladamente seguí con mi mirada su lento andar entre las ...
    ... góndolas empujando el cochecito. Su marido la acompañó durante apenas unos segundos manteniendo una agitada conversación por celular; luego se distanció de ella y le hizo una seña mientras se apartaba el teléfono del oído:
    
    –¡Te espero en el auto! –le gritó.
    
    Ella asintió con su cabeza y continuó recorriendo el local hasta llegar a la góndola de productos de farmacia. Poco después miré por la ventana y pude ver al hombre recostado sobre su auto, ensimismado en su charla telefónica. En ese momento se me ocurrió una idea para poner a prueba al presuntuoso cajero. Entonces me acerqué a su puesto de trabajo y, sin dejar de mirar a la mujer, le comenté a manera de reflexión:
    
    –A ésta jamás te la podrías coger…
    
    Él me miró de soslayo, entrecerrando sus ojos, como condenándome por mi osadía juvenil:
    
    –¿Me estás desafiando, nene? No hay ninguna que no me pueda coger. ¿Querés apostar a que me la garcho ahora mismo?
    
    –¿A una desconocida? ¿A una madre con un bebé y con su marido ahí afuera? ¿Y las 9 am? Pfff… Quinientas monedas a que no…
    
    –Hecho –me dijo mientras estrechaba mi mano para cerrar el trato.
    
    –Pero tiene que ser antes de que salga del local, ¡eh!
    
    –Tranquilo, nene, escondete por ahí y aprendé cómo se hace. Hoy vas a recibir una clase de cómo hay que hacer para cogerse a una putita fina, y sólo te va a costar quinientas monedas.
    
    Me escondí en el estrecho espacio que había entre dos góndolas que a mi criterio estaban ubicadas de manera inconveniente para el ...
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