1. Noche de bodas


    Fecha: 31/01/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... de ellos de mucho relumbrón-, una cena impecable en un salón espacioso, sin apreturas, servido por un ejército de camareros muy educados y profesionales, con mucho marisco, mucha tarta, y un baile del que no conseguimos irnos hasta la una de la madrugada, tras haber bailado con todos y todas nuestros parientes mayores, recibido todos los besos posibles, y agradecido la enorme colección de regalos, más que generosos, con que los invitados de nuestros padres cumplimentaban a sus amigos en la única boda que iban a celebrar.
    
    Nos fuimos al Belvedere, donde nos esperaba la pandilla, que se había escapado del baile un buen rato antes. Solo los Justos: Nuria, mi compi de la Facultad; Abel, el compi de Carmelo; y Sancho, Rodrigo, Adrián y Alberto, los cuatro compañeros del bufete con quienes teníamos mayor amistad. Lo más selecto y granado de nuestra pandilla.
    
    Apenas nos tomamos una copa. Habíamos quedado en enseñarles la casa y, aunque teníamos una suite reservada en un hotel perfecto, pedimos unos taxis y nos fuimos a terminar la fiesta como solíamos, con los de siempre.
    
    Ya os podéis imaginar: todos habíamos bebido. Yo la que menos, por que no me gustaba el espectáculo de la novia borracha, así que la entrada en el portal, la subida hasta el piso y la posterior ocupación se produjeron en un escándalo indecente para las horas que eran, entre un coro de chistidos pidiendo silencio que no hacían mas que empeorar el asunto. Imagino que los vecinos debieron pensar que se habían ...
    ... mudado los vikingos al edificio.
    
    Una vez allí, nos sentamos como pudimos: unos cuantos en los sofás, y otros en el suelo, sobre la alfombra iraní que nos había regalado la abuela de Carmelo, que era una preciosidad de tacto muy agradable y una filigrana de flores diminutas sobre el fondo de color rojo teja, delicadísima. Charlábamos, reíamos, y bebíamos entre bromas, como siempre.
    
    Nuria y Sancho, como siempre, no tardaron en ponerse a tontear. Eran la eterna pareja y despareja. Solían acabar las juergas acostados juntos, no sin antes someternos al espectáculo de su cortejo: besos apasionados y primeras caricias de precalentamiento.
    
    Aquella noche, sin embargo, la cosa parecía más seria: Nuria llevaba un vestido de noche dorado impresionante, con la espalda al aire hasta justo un dedito más abajo de donde pierde su casto nombre, y anudado en el cuello alrededor de una anilla dorada también. Como siempre ha sido delgada (un poco huesuda, para mi gusto), y de tetitas pequeñas, no necesitó ningún invento para disimular el sostén, y, por el mismo motivo, cuando Sancho decidió dar un paso más allá, todos pudimos ver asomar por su costado la pequeña tetilla picuda de pezón oscuro y durito, que se dibujaba blanca como la leche sobre el fondo dorado de su piel. Los chicos lo celebraron con una sonora ovación de ánimo que pareció divertirla, y fue el desencadenante para que se soltara la melena y, con la destreza que todo el mundo esperaba de ella, se decidiera a manosear sin ...
«1234...»