1. Historia del chip (045): Nuevas normas (Enko 004)


    Fecha: 09/02/2018, Categorías: Lesbianas Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos

    ... tiempo. Aceptó llevar el protector mientras tanto —explicó Enko mientras acariciaba un seno.
    
    —¿Podemos usarla? —preguntó el otro hombre.
    
    —Habrá que preguntarle a ella. Todavía no ha cedido sus derechos.
    
    Emma llegó en ese momento. Tocó un pezón de Nadia para que cerrase los ojos y llevase las manos atrás.
    
    —Arrodíllate. Usaremos la pluma.
    
    ¡Cómo le hubiera gustado negarse a Nadia! La pluma era el peor de los castigos, y que la usase delante de la gente…
    
    —¿Y esto? —preguntó Enko.
    
    —Una idea en común. Nadia sabe que está demasiado incómoda desnuda y en presencia de otra gente que no seas tú, Enko. Le sugería atajar el problema llevando su atención a otra cosa.
    
    —¿Y qué habéis acordado?
    
    —Media hora diaria de las plumas en los pezones. Lo haré yo misma hasta que el androide esté programado. Pero como dudo que pudiera aguantar tanto tiempo, le sugerí sesiones de cinco minutos.
    
    —Nadia, ¿estás de acuerdo? —quiso saber Enko.
    
    —Sí, Enko. Estoy de acuerdo —contestó obviando la principal razón de la tortura.
    
    —Pues hecho. Media hora diaria con las plumas. Emma, nos encargaremos nosotros del asunto en lo que queda del día. ¿Cuánto le falta?
    
    —Cuatro sesiones de cinco minutos. Enko, no quiero que mi reputación quede en entredicho. No está preparada por una sesión con otros miembros del club.
    
    —Lo sé, Emma. Gracias. No se tendrá en cuenta. Ragnar, ¿harás tú los honores?
    
    —¿Por qué no?
    
    Nadia supo que había cogido una pluma y al momento la sintió en el ...
    ... pezón izquierdo. Su mundo se redujo a los nervios que rodeaban al pezón y la pluma empezó a ser una especie de diosa inmortal recubierta de hielo. Ragnar sabía lo que se hacía y la tortura continuó con el otro pezón. Un hombre parecía mucho más enfocado a la hora de jugar con un pezón que una mujer. Estaba claro.
    
    No era algo que la sorprendiese, sólo que resultaba extravagante que una pluma pudiera tener personalidad en función de la mano que la sostenía. Y Nadia prefería que fuera un hombre el inductor del delito. Después llegaron los dedos e identificó a Enko. Sus pezones también reconocieron las yemas, el mapa del mundo y sus nervios se intensificaron. Tuvo el orgasmo de inmediato, por mucho que trató de evitarlo.
    
    —Lo siento.
    
    Era terrible tener que disculparse ante todo el mundo, sin ni siquiera poder mirarlos. Y a la vez, su orgasmo era una demostración de que podía estar allí. Los dedos de Ragnar recobraron el testigo.
    
    —¿No tienes permiso?
    
    —No, sólo en ciertas circunstancias.
    
    —¿Cuáles son?
    
    —Debo haberle dado cinco orgasmos a Enko en un mismo día —dijo con cierto orgullo.
    
    —Es muy fácil provocarte un orgasmo. ¿Crees que podrás cumplir?
    
    —No, no creo que pueda —reconoció Nadia, molesta de que un desconocido se diese cuenta tan rápidamente. Y de hecho, ya deseaba otro orgasmo. Ragnar se dio cuenta de que ella estaba demasiado pendiente de las caricias. Soltó los pezones.
    
    —Levántate. Te llevaremos junto a nuestros sofás.
    
    Nadia no abrió los ojos, ...
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