1. La zorra de mi cuñada


    Fecha: 13/02/2018, Categorías: Poesía Erótica, Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    Mi nombre es Esteban. Soy profesor de literatura, tengo 35 años y, hace dos años atrás, un bonito jueves de marzo el amor me puso en frente de la mujer de mi vida. Desde entonces Milagros y yo somos novios. Ella es 8 años menor que yo, tiene un especial encanto para sorprenderme siempre y es profesora de idiomas. Además me encanta que mis amigos se ratoneen con mis tetas impactantes. Se hacen los boludos, pero puedo ver cómo se emboban sus ojos en el escote de Mily en las reuniones o juntadas. Solo uno de ellos, Ramiro, me sinceró que un par de veces se pajeó imaginando que las tetas de Mily eran succionadas por sus labios. Recuerdo que me puso al palo cuando me lo contó.
    
    La cosa es que, hace unos seis meses tuve que tomar la decisión de mudarme a la casa de Mily. No podía seguir pagando el caprichoso alquiler de mi modesta casa, y me había jurado no volver a lo mis padres. Ellos me recriminarían todo el tiempo que no los visitaba, olvidando seguramente que fueron ellos quienes me echaron como a un perro cuando abandoné la carrera de medicina.
    
    En la casa de Mily fui coronado y bendito entre todas las mujeres. Allí vivía Irma, mi suegra, una señora solitaria que dedicaba horas a la docencia universitaria. También Beatriz, la tía de Mily, que se desempeñaba en el área jurídica como fiscal. Y, como si fuéramos pocos, vivía Florencia, mi cuñada, una pendeja de 18 que recién terminaba el secundario y se enorgullecía con su año sabático.
    
    Allí todos complacían mis gustos ...
    ... en la comida o en la bebida. Yo tenía permiso para reparar, organizar o remodelar lo que quisiera.
    
    Mily trabajaba todo el día. Yo en cambio solo por la mañana. A la tarde, a eso de las 6 nos reuníamos todos para merendar. También compartíamos la cena. Pero la única que vagaba siempre por la casa era Florencia. No me molestaban sus insolencias hacia su madre, o que no colabore de ninguna forma con la casa, o que se levante a cualquier hora, o que usara desmesuradamente el teléfono para concertar sus encuentros. Lo que me perturbaba era que se paseara todo el día en bombacha y remerita por toda la casa. Apenas yo llegaba a almorzar tenía que despertarla, y desde entonces comenzaba mi tortura. Ni siquiera se vestía para sentarse a la mesa conmigo.
    
    No es que fuera linda o tuviera algo superlativo. De hecho es gordita, tiene pecas en la cara, su pelo está bastante mal tratado a causa de las tinturas, es re mal educada y le cuesta bañarse seguido. Supe por Mily que fuma mariguana desde los 15, que nunca fue buena alumna en el colegio, y que está peleada a muerte con una de sus primas por querer cogerse a su novio.
    
    Con estos antecedentes, yo no podía evitar algunas veces que se me pare la pija al verla. Para colmo, al tiempo de mi estadía allí, algunas noches la oíamos con Mily desde nuestro cuarto con su huesito de turno. Una vez ella se levantó avergonzada para pedirle que controle sus gemidos.
    
    Su madre y su tía ya no le prestaban atención, hartas de sus desobediencias. ...
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