1. La zorra de mi cuñada


    Fecha: 13/02/2018, Categorías: Poesía Erótica, Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    ... atrapar a mi pene incrédulo pero tan hinchado como siempre. Cogimos así un rato, y apenas le acabé adentro abandonó su posición para mamármela haciendo toda esa clase de ruidos que logran las peteras audaces. En cuanto la tuve dura otra vez volvió a subirse mí, y mientras le amasaba el culo y ella se movía como para prenderse fuego me hizo oler la bombacha de Flopy.
    
    ¡¿te gusta mucho esto no, te excita el olor de la mugrienta esa, te calienta mirarla semidesnuda todos los días, fumada, con olor a pichí, el pelo sucio, verla ir y venir de un guacho al otro, tenerla en la cama como a una nenita sin pañalines, te excita esa zorrita eh?!, decía mientras acababa exultante, agitada y confundida por la rabia, desquitándose con cachetadas y metiéndome la bombacha de su hermana en la boca. Cuando todo terminó le dije que mañana lo hablábamos, pero que nada es como ella cree.
    
    Mily me calmó como a un niño con un beso de lengua fatal, y se dio vuelta para que la abrace como todas las noches.
    
    Al otro día Flopy brindó su espectáculo gratis en la cocina y, yo tuve que ser su espectador. La piba estaba arrodillada con dos pendejos que le intercambiaban las pijas a su boca. No tenía más que un top manchado y una bombacha cuando uno de ellos le apoyó las nalgas en la mesa y sin un tipo de cuidado le ensartó la verga en la concha. Ella gritó un poco, pero al rato el gordito le tapaba la boca sin dejar de penetrarla, y el otro se pajjeaba.
    
    ¡llename toda de leche guachito, si sos re ...
    ... putito vos, te encanta que te hagan la cola como a las putas!, le gritoneó Flopy cuando su inteligencia al servicio de la calentura le hizo notar que el pendejo se la largaría toda. Enseguida el cuerpo de Flopy se desmoronó en la mesa y el gordito retiró su ejército de su escondite para vestirse y esperar. Ella se incorporó mientras le chorreaban borbotones de leche de la concha y se arrodilló para fregar sus tetas contra la pija parada del tal Runi. No pasó ni un minuto que el gil se fue en seco sobre sus gomas, que divisaban algunas quemaduras de faso. Los pibes se esfumaron cuando Flopy se ponía lo mismo que traía, y sin lavarse nada descongeló unas salchichas para que yo arme unos panchitos.
    
    Fue imposible almorzar a su lado. Cada vez que la miraba decía cosas como: ¡ahora que estoy cogidita me voy a echar flor de siesta… qué buena que soy viste?, me tomo toda la lechita y no pongo cara de asco!
    
    No era saludable prestarle atención, ni aconsejarla, ni mucho menos desafiarla. Mily me preguntaba por las noches cuál se había mandado su hermana. Su madre discutía encarnizada con la infame de su hija por los gastos desmedidos en la tarjeta de crédito, y su tía vivía rogándole que se bañe y se vista con decencia. Pero Flopy no escuchaba.
    
    Al fin una noche de sábado frío y gris, Mily y yo invitamos a Flopy a ver una peli argentina que se había estrenado recientemente, y al parecer cosechó buenas críticas. A las 9 de la noche los tres estábamos en la cama, entre las sábanas, ...
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