La zorra de mi cuñada
Fecha: 13/02/2018,
Categorías:
Poesía Erótica,
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
... Una vez la vi arrodillada en el patio de la casa cabeceando encima de la pija de los pibes del barrio, el que solía traerle buenas flores. Esa vuelta sentí que era mi pija la que se interponía a sus gemiditos y hacía que su lengua juguetona la recorra por todos lados, hasta que mi leche le empache la pancita. Me pajeé viendo todo sin censura, y cuando el flaco le abrió bien la boca para que su semen comience a fluir en su garganta, yo me acababa en la mano derecha como un nene inexperto. Corrí al baño y luego, como si nada la llamé a almorzar.
Ella también se sentó a mi lado a comer fideos con manteca, con la remera salpicada y con una bombacha blanca que se le caía al caminar. No me provocaba necesariamente. Pero hacía cosas para que yo la mire.
Otra siesta por ejemplo, apenas oyó el silbato del heladero en la calle me dijo: ¡a que salgo así y le compro un helado, y no me lo cobra… vos querés uno?!
Sonrió y salió a la vereda en calzones y musculosa. También recibía así a Sofía, su mejor amiga, al vecino de las flores, a su sobrino de 15 años que a veces venía con asuntos escolares para que le demos una mano, al pibe de al lado que siempre la invita a fumar o al guacho que luego la haría gozar en su inhabitable dormitorio. No tenía escrúpulos.
Cierto mediodía la encontré llorando tirada en el sillón, sin consuelo y con su celular hecho añicos en el piso.
¡Vamos Flopy, todo tiene solución… no sé qué te pudo haber pasado, pero…!, tartamudeé intentando animarla. ...
... Ella dijo entre mocos y palabras apretadas que está hiper caliente con el pibe del kiosko, pero que él no le da bola. La trata como el culo cuando le compra o ni la saluda cuando ella se desvive por hacerlo si lo ve en cualquier lado.
Compré unas pizzas y le insistí para que comamos juntos. Sabía que le gusta el vino. Así que abrí uno y, hasta le permití que se fume un fasito. No le acepté cuando me convidó por más que hasta me lo arrimó a los labios. La sensación de su fría mano en mi cara, más la visión de sus gomas desnudas y sus piernas completamente abiertas con la tanguita transparentando su vulva rosada hicieron que mis testículos quieran revelarse en su boca fresca. De inmediato levanté la mesa y me fui a recostar un rato, ya que no quiso abundar en su tema amoroso. Igual me agradeció por escucharla.
Al otro día me acompañó a mi habitación a ver una película, pero el stress de los indisciplinados alumnos en mi cabeza me instaron a quedarme dormido a los 15 minutos. De repente siento su mano en mi abdomen.
No podía tener la cabeza tan desencajada, pero mi pene elevaba la sábana y mi slip al saber que aquella manito andaba muy cerca de anidarlo, apretarlo o acariciarlo. Opté por fingir que dormía y hacer de cuentas que era un sueño absurdo y punto. Aunque en segundos la palma de su mano subía y bajaba por mi tronco con especial sutileza. No había forma de ocultar mi erección, y ella tampoco reprimió suspiros y jadeos tenues, mientras intuyo que se tocaba por el ...