1. El síndrome del oso panda (10)


    Fecha: 17/02/2018, Categorías: Incesto Autor: vero_y_dany, Fuente: CuentoRelatos

    ... manos masculinas se cerraron sobre mis pechos desde atrás. Javi, —confirmé volviendo ligeramente la cabeza—. Comencé a acariciarme el clítoris. Me encontraba en la mismísima gloria.
    
    Carmelo se quedó quieto. Una de las manos de Javi me empujó ligeramente por la espalda hasta dejarme con los pechos apoyados en el otro hombre, y presentí lo que iba a suceder. Pero esta vez no protesté.
    
    «Afortunadamente es el que la tiene menos gruesa» —pensé.
    
    Efectivamente, de inmediato noté la erección de Javi apoyada en mi ano. Empujó ligeramente. Me envaré. A pesar de todo, sentí un ligero dolor.
    
    Traté de relajarme.
    
    Javi avanzó un poco más. Pensé que, sin la dilatación del dildo de Jorge, aquello habría sido más difícil. Pero tenía el recto aún distendido y engrasado por la crema o lo que fuera, con lo que la penetración se veía facilitada.
    
    La dureza se introdujo aún más en mi interior. La sensación no era tan placentera como con el consolador: sentía la extrema dilatación a que me estaba sometiendo, a un punto del dolor.
    
    —Mmmm, Javi, duele un poco —me quejé.
    
    Me besó el cuello por detrás.
    
    —Ya casi está. Solo…
    
    Carmelo, debajo de mí, inició un mete-saca, primero lento, para después ir incrementando el ritmo. El pene de Javi estaba inmóvil. Comencé a convulsionar, y me descontrolé.
    
    Javi me aseguró después que él no había forzado la penetración. Debieron ser mis erráticos movimientos los que causaron que el largo y estrecho cilindro de Javi se introdujera a tope, ...
    ... porque eso es lo que sucedió.
    
    Me tensé completamente, porque ahora sí dolía un poco.
    
    Pero, al mismo tiempo, noté las sacudidas de un orgasmo indescriptible.
    
    Los dos hombres se movían, introduciéndose y retirándose de mi interior como sincronizados, produciéndome una sensación de éxtasis que anuló la ligera molestia en mi recto. Mi placer subía y subía, y yo me sentía exaltada, gozando como no lo había hecho nunca, y deseando que aquello no tuviera fin…
    
    Pero todo, incluso lo bueno, se acaba. Me quedé tendida sobre Carmelo, incapaz de moverme, durante un rato.
    
    —¡Vaya! Sandra nos había dicho que eres un poco “estrecha” —musitó Carmelo debajo de mí.
    
    Me besó ligeramente en los labios.
    
    —Ya. Y por eso, habéis pensado que debíais “ensancharme” —bromeé.
    
    —Joder, no lo habíamos planeado —dijo Javi a mi espalda—. Pero es que eres toda una tentación.
    
    —¡Eh! chicos, dejad que me ponga en pie.
    
    Una vez en el suelo, hube de agarrarme al tablero de la mesa; sentía las piernas como de goma.
    
    —¿Te encuentras mal? —preguntó Jorge acariciándome la mejilla.
    
    Sin responderle, con piernas no muy firmes, me fui hacia la entrada a la piscina. ¡TENÍA que verlo!
    
    Mi marido estaba tumbado boca arriba, sobre las famosas colchonetas de la mañana. Juani, empalada en su pene, botaba en cuclillas sobre él. Sandra estaba arrodillada sobre la cabeza de Dany, que la tenía tomada de las caderas, y lamía golosamente su sexo… cuando Carla, pegada a ella por detrás, le dejaba libre, ...
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