Favores sexuales con el portero del edificio
Fecha: 20/02/2018,
Categorías:
Masturbación
Autor: Valennn, Fuente: CuentoRelatos
... las llaves, las cuales estaban con la ropa que había llevado para cambiarme. Lo primero que hice fue mirar en todas las direcciones para tratar de ubicarme y saber dónde carajo estaba, la maldita de mi prima me había dejado casi a dos cuadras de mi casa. Una vez que ya estaba ubicada, crucé a la vereda de enfrente y empecé a correr lo más rápido que podía, la calle estaba vacía y lo único que se escuchaba eran el ruido de mis zapatos corriendo por la vereda, seguí así hasta que llegué a la primera esquina y crucé la calle, no se veía un auto por ningún lado, perecía como si todos estuviesen durmiendo, entonces me surgió la duda entre ir más despacio o seguir igual ya que no quería hacer ningún tipo de ruido. Estaba reparanoica, pensaba que tal vez alguien escucharía el ruido de los zapatos dándose cuenta de lo que pasaba, así que en esa cuadra bajé un cambio y en vez de correr intercambiaba caminatas con pequeños trotes. No sé cuánto tiempo llevaba caminando así, casi en bolas por la calle, pero a mí me parecía una eternidad. Fue así que llegué a la siguiente esquina, solo tenía que doblar y caminar media cuadra más y listo. Faltando más o menos unos 15-20 metros para llegar un taxi se aparece por detrás haciéndome luces y se pone casi a la par mía andando a paso de hombre, la verdad no tenía idea de donde había salido, me había tomado por sorpresa.
– Rubia, ¿querés que te lleve a alguna parte? – Traté de ignorarlo y solo me repetía, ya llego, ya llego, pero él seguía ...
... insistiendo: -Dale rubia, vení, no tengas miedo, te llevo gratis a donde quieras – apuré un poco el paso y por fin llegué al edificio, sin pensarlo fui directo al portero eléctrico para llamar y quedé de espaldas a la calle, en ese instante el taxista tenía una imagen insuperable de mi cola.
– Uhh, ¡que pedazo de ojete que tenés rubia!, ¡sabes cómo te lo rompo a pijasos y te lo lleno de leche!! Yo con los nervios que tenía no sabía qué hacer, además en ese momento caí en la cuenta que no podía tocar el timbre de casa y pedirle a mis viejos que me abran porque si no se iban a enterar de todo, la única opción que me quedaba era llamar al portero y pedirle que me abra, esto no me gustara mucho, pensaba que tal vez él podría contarle a mis padres y vecinos como había llegado a casa esa noche y tendría un problema, pero que podía hacer, era pedirle a él que me abra o quedarme afuera, así que sin otra opción apreté el botón de la portería esperando a que conteste.
El portero se llamaba Rubén, tenía 45 años, era casi de mi misma altura, de contextura grande, pelo a los costados cortado al ras, mientras al medio era prácticamente pelado y con algo de panza, si bien lo conocía desde que nos mudamos a ese edificio cuando tenía 12 años nunca tuve trato con el más allá de intercambiar un hola o buen día y nada más, ni siquiera lo llamaba por el nombre, para mí era casi como un desconocido aunque sabía que estaba divorciado por y tenía un hijo por comentarios de vecinos.
– Dale ...