1. Sombras de un diario (II Parte)


    Fecha: 05/03/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Esteban Jonás, Fuente: CuentoRelatos

    SOMBRAS DE UN DIARIO.
    
    Capítulo III.
    
    21/12/2020.
    
    No tengo buenas nuevas, apenas puedo escribir, y mis energías se están extinguiendo. Pelusa se me está apagando. Ya no estoy en el edificio, tuve que salir de allí.
    
    Ahora escribo desde el suelo, con la tierra que me sirve de colchón. Estoy escondido en una pequeña cueva dónde apenas puedo entrar, parece ser la madriguera de algún animal. “Ellos” me están buscando, solo espero que no den conmigo.
    
    Estos fueron los eventos que me llevaron hasta aquí:
    
    El día19/12/2020, luego de haber tenido otro agradable y profundo descanso, cuando empezaba a rayar el alba, sentí ligeros chillidos de Pelusa, no me quería despertar, supuse que él solo quería desayunar. “Diez minutos más amigo”, le dije y luego me volteé en el colchón, enrollándome más en mi cobija, él dormía a mi lado, a la altura de mi cabeza, metido en su pequeño koala que le brinda calor durante el frío de la noche. Quizás pasaron dos minutos, tal vez menos, lo cierto es que tenía el frío cañón de un revólver “38” puesto en mi mejilla y una voz de mujer que me dijo “levántate”. Abrí los ojos y me giré para ver quién era.
    
    Quién me apuntaba era una mujer, llevaba jeans recortados a la altura de sus rodillas, el color de sus piernas era moreno como la canela, y pude distinguir que su piel estaba limpia, había finos vellos en sus piernas. Tenía una gastada franela deportiva de un equipo de fútbol y su rostro estaba parcialmente tapado por un pañuelo que ...
    ... le llegaba hasta la nariz, sus ojos eran hermosos, de un marrón claro como dulce miel que destila dentro de una colmena. Llevaba mucho tiempo sin ver a una mujer, tanto era mi embelesamiento que su arma no me asustaba.
    
    Pude salir de ese estado emocional, gracias a una fuerte patada que recibí en mis costillas derechas, el golpe me privó de aire por unos segundos. Era otra persona, un hombre, el cual llevaba una braga roja y muy corroída, tenía las siglas de alguna empresa en la parte superior de esta. También me apuntaba con un arma, una larga escopeta de un tiro, de esas que se usan para cazar aves. “¡Te dijeron que te levantaras!”, gruñó el hombre, su rostro estaba cubierto por una vieja máscara de gas, de esas tal vez de la Segunda Guerra Mundial, lo que lo hacía aterrador. Tomé a Pelusa y me levanté, empezaba a aterrarme, “estoy muerto”, dije para mis adentros. Al pararme me fijé que la puerta de la azotea no había sido violentada. Aun no sé por dónde carajo entraron.
    
    —Vacía esa mochila—me ordenó el hombre de la máscara, que era tan alto como yo—. Y deja esa maldita rata en el piso.
    
    Hice caso, coloqué a Pelusa en el piso y vacié todo el contenido de la mochila. La mujer empezó a hurgar entre mis cosas de la manera menos delicada.
    
    — ¿Quién eres tú? ¿Y qué haces en nuestra zona? ¿Eres de los Pirañas?—me preguntó el hombre de la máscara, mostrando nerviosismo y agresividad al mismo tiempo.
    
    —Solo soy un hombre que sobrevive, no soy de esos Pirañas que tú ...
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