1. Sombras de un diario (II Parte)


    Fecha: 05/03/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Esteban Jonás, Fuente: CuentoRelatos

    ... Pelusa y lo guardé en la mochila. Saqué mi sábana de arroparme y con ella cubrí los alambres púas arriba de la cerca, luego lancé la mochila al otro lado de la alambrada. Sentí la avalancha de esos ocho muy cerca de mí. Me metí la escopeta detrás de mi pantalón y brinqué el cerco. Me faltaba solo pasar una pierna para el otro lado, cuando de repente sentí que algo me sujetó. Era una de esas malditas manos de piel agrietada y escoriada, de un color pálido. El que me agarró había sido el primero en llegar hasta mí, el resto solo estaba a unos veinte metros o más, el infectado que me tomó de la pierna intentaba morderme; una maldita mordida de esas y, era mi fin. Saqué mi arma, apunté a su cabeza, y disparé. La potencia del cartucho calibre 12 con sus tres grandes perdigones de acero, le voló la mitad del cráneo, la sangre y los sesos salpicaron al resto de ellos que estaban por agarrarme. Terminé de pasar mi otra pierna y solo me dejé caer al piso, cayendo casi de cabeza.
    
    Agarré la mochila y me la coloqué a mis espaldas. Corrí con todo mi ímpetu. Volteé a ver la cerca, y allí estaban ellos, tratando de tumbar el obstáculo entre ellos y yo. Mi sábana quedó allí. Había hecho varios doblajes para que las púas no llegaran hasta mi piel. Ellos empezaron a desgarrar la manta, cómo si se tratara de un trofeo. Yo ya estaba a unos doscientos metros de ellos o más; trataba de agarrar aire, mi respiración era acelerada, de pronto, sucedió algo que no me lo esperé de ningún modo. Ellos ...
    ... empezaron a intentar brincar la cerca, ya no tuve duda, estaban evolucionando en inteligencia. Uno de ellos logró saltar la cerca, yo cargué mi escopeta rápidamente, solo me quedaban tres cartuchos.
    
    Preferí correr una vez más, no miré atrás, no sé cuántos lograron saltar, yo solo corrí, intentando llegar a algún lugar dónde pudiese esconderme. Corrí y corrí, solo había una planicie cubierta por monte que me llegaba a la altura de mi rodilla.
    
    Llegué a un pequeño riachuelo que estaba al final de un pequeño barranco, me deslicé por este. Pensé por un instante que habría perdido al infectado. Yo estaba muy agotado, mis piernas empezaron a temblar, no se sí era por los nervios o por el gran esfuerzo en correr tanto.
    
    A los pocos segundos, sentí movimientos por el monte, y también los chillidos de Pelusa. Tenía que ser uno o varios de ellos.
    
    Crucé el riachuelo rápidamente y fue allí que me di cuenta de un agujero al comienzo del otro barranco frente a mí, el agujero era como una cueva. Ese orificio era mi única esperanza. Decidí adentrarme por la pequeña cueva, apenas podía entrar. Puse la mochila dentro del agujero, luego me fui arrastrando por allí, era la única forma de entrar, pero lo hice al revés, de manera que mis pies quedaran hacia dentro, y mi cabeza hacia afuera, al arrastrarme, empujaba al mismo tiempo la mochila hacia dentro con mis pies, “Ojalá no sea la guarida de algún animal”, pensé.
    
    Allí me quedé, sin hacer ningún ruido. Si el resto de los infectados ...
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