1. Desde que tengo memoria quise follar a mi tía Isabel


    Fecha: 07/03/2018, Categorías: Incesto Autor: Kralik, Fuente: CuentoRelatos

    ... esposa de tu tío".
    
    Y yo no pude evitar decirle:
    
    "Vamos putita, sé cómo te gusta mamar pollas, he visto tu arte. Tendrás que chuparla muy bien para comprar mi secreto".
    
    Supongo que ella se rindió a lo inevitable, porque nuevamente se hincó pero ahora era mi polla la que mamaba llevándome en cada segundo, un paso más cerca del infierno.
    
    Cuando ya mi polla estaba a reventar, la detuve.
    
    Quería llenar su coñito.
    
    Por un momento tuve la vívida visión de verla preñadita de mi leche y mintiéndoles a todos, inclusive a mis padres, sobre el origen de su pancita.
    
    La senté en el sofá, y sin quitarle las sandalias procedí delicadamente a bajarle la braguita.
    
    Luego alcé sus piernas por arriba de mis hombros e introduje mi dura tranca en esa conchita ya muy lubricada por leche ajena.
    
    Creo que Isabel se olvidó que el que la estaba follando era su sobrino. Sus movimientos eran sensuales y de su boca escapaban gemidos de placer apenas audibles.
    
    Yo no quería que el momento acabara nunca.
    
    Fue la follada más larga que aún hoy recuerde haber tenido jamás.
    
    Hasta que exploté y sentí mi leche caliente inundar su cuevita.
    
    Tardé interminables segundos en desagotarme. Y ella acabó conmigo todo el tiempo.
    
    Encima, cuando la saqué, ...
    ... me la volvió a chupar.
    
    ¡Qué cuerpo fenomenal estaba haciendo mío! De solo verla me empalmé otra vez.
    
    Pero ahora iría por su culito.
    
    No necesité lubricarlo. Mares de semen viajaban canalizados por su cola. Solo hice un empujón y la mujer, que hasta hace un rato era mi tía, tuvo cargada mi tranca totalmente dentro de su recto.
    
    Y allí la volví a acabar.
    
    Mientras lo hacía, con ella en cuatro patas y yo arrodillado en el sofá, contemplé compasivamente a mi tío que seguía inconsciente en el sillón ¡Pobre borracho cornudo! ¡Que patético era! Solo un infeliz podía preferir el licor a una hembra tan puta como su esposa.
    
    Yo le había perdido el respeto.
    
    Una vez que me relajé, mi tía se acostó en el sillón.
    
    Mientras se dormía, yo pasé mi lengua por todo su cuerpo y chupé uno a uno los dedos de sus pies y las tiras de sus sandalias.
    
    Y cuando ya exhausta cayó dormida, no pude contenerme y la cogí una vez más, y una vez más la llené de leche.
    
    Al acabar me di el lujo de decirle "putita eres mía" al oído.
    
    Solo entonces, me vestí, la tapé pudorosamente con una frazada que busqué en su alcoba y con el sol asomando en el horizonte, regresé caminando a mi casa, jurándome a mí mismo que no sería la última vez que Isabel sería mía. 
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