Ezequiel versus Sebastián (Final de la historia)
Fecha: 12/03/2018,
Categorías:
Incesto
Autor: dulces.placeres, Fuente: CuentoRelatos
... hacer gimnasia, de algodón para absorber la transpiración, mi short de licra multicolor y una remera discreta para cubrir un poco mi torso, zapatillas y medias.
Mi amor habló por demás esa tarde, la verdad mi cabeza estaba en otra cosa, me mantuve demasiado pensativa y casi no lo escuchaba, la situación era inversa a lo acostumbrada, pero el posterior encuentro que había programado me tenía fuera de eje.
Ezequiel ajeno a todo, por una parte me daba pena, no podía desandar el camino recorrido ni esa infidelidad impensada, pero también tenía un enojo por la perfección de su mundo.
Había bajado el sol cuando me dejó en casa, se me había hecho tarde, esperé su partida y me apresuré a ir al club, me sentí tan sucia, dejando un hombre para ir en busca de otro…
El club era peor de lo pensado, un viejo bodegón sucio y mal oliente, lleno de tipos mayores, entre sesenta años y la muerte. Sentí ojos de caranchos carroñeros clavarse en mi figura, estaba transpirada en exceso, y mi vestimenta era acorde a una plaza donde la gente hace ejercicios, ahí era una más, pero en ese lugar… me sentí como una gallina entre viejos lobos.
El aroma a tabaco y humedad se mezclaban en uno solo, al fondo divisé a Sebastián que me hizo señas con su mano para que fuera a su encuentro, me dirigí entre las mesas, ante atentas miradas que parecían desnudarme paso a paso…
Llegué al mostrador, él tenía una pícara sonrisa, vino a mi encuentro y me dio un beso en la mejilla, me olfateó como ...
... perro y me dijo
Venis de hacer ejercicios? Que bien hueles… me encantan los olores de una mujer sucia y transpirada…
Me puse colorada de vergüenza, yo no quería parecer provocativa, pero tampoco verme mugrienta. Con disimulo olí mis axilas, y presté atención para notar un hedor que subía de mi concha, me maldije.
Solo quise hablar las palabas justas, pero Sebastián no me daba la atención necesaria, él estaba ocupado con los vejetes del club, o como él les decía, los dinosaurios.
Y era cierto, parecían caprichos del destino pero siempre había alguien pidiendo algo. Me dijo que le diera tiempo, que ya entrada la noche todos se irían y podríamos hablar.
Pasaron unas horas, solo observé el cuadro de esos tipos perdidos en partidas se naipes, entre copas, a tal punto que pronto se olvidaron que era la única mujer en el lugar.
Me invadió el aburrimiento, tan solo cortado por un sándwich con papas fritas y gaseosa que me regaló Sebastián, y por una llamada telefónica que hizo a un amigo según entendí, lo llamaba ‘negro’ y le comentaba que estaba con su chica, como me había llamado esa noche, nunca por mi nombre.
Cuando se fue el último dinosaurio, las agujas del reloj ya habían pasado las doce de la noche con creces, al fin solos…
Me apuré a hablar, era tarde, pero él me cortó en seco y volvió a llamar a su famoso amigo, hablaba tan bajo que no pude captar palabra, pero su sonrisa macabra me resultó conocida.
Nuevamente quise hablar, pero él otra vez me ...