1. Un relato pérdido


    Fecha: 20/03/2018, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... encantado que te trate como una puta, ¿verdad? ¡Contesta! –me ordenaba mientras me acariciaba más fuerte el clítoris.
    
    Mmmm… Sí, mi amo… Me encanta amo… Sigue…
    
    No voy a seguir, zorra –negó Diego mientras retiraba su mano y la desplazaba hacia el consolador que tenía al lado. Lo cogió y, sin previo aviso, me lo metió en el interior de mi vagina.
    
    ¡¡¡Ahhhhhh!!! Señor…
    
    ¿Qué zorra? ¿Qué te pasa? ¿Sabes que en la planta que estamos los vecinos del otro edificio pueden verte desde su ventana? Así sabrán lo zorra que eres.
    
    En aquel momento mi cara palideció por unos instantes. Recobré algo del sentido perdido. Mi excitación disminuyó. Sin embargo, las manos de aquel hombre, un hombre que rozaba la treintena, de fuertes brazos y con un olor penetrante que me enloquecía me dominaba con sus malas artes. Aquel consolador que me penetraba era demasiado ancho y, sin embargo, pobre de mí, me penetraba con facilidad. Además, mi coño no dejaba de estar mojado. En cualquier otra relación en aquel momento hubiese parado. Me hubiese levantado, le habría cruzado la cara a bofetadas y me habría marchado rápidamente. Por el contrario allí estaba.
    
    Diego se percató que algo había cambiado en mí y paró en la penetración de aquel consolador. Comenzó a acariciarme el clítoris con una gran entrega y veía cómo a los pocos segundos me entregaba a él de nuevo y sin reticencias. Cuando me oyó gemir de nuevo hasta el punto de querer gritar, dejó su labor y se levantó. El muy cabrón ...
    ... quería tenerme caliente, excitada en el máximo grado.
    
    Apenas podía asimilarlo. Mi fantasía haciéndose realidad. Sin pensarlo, al verlo de pie delante de mí, abrí la boca. Me sorprendía aquella situación. El hombre que tanto admiraba y deseaba me estaba poseyendo lentamente.
    
    Cuando se percató de la apertura de mi boca me sonrió y se dirigió a aquel ropero donde parecía esconder algunas cosas. Nunca recordaré bien cómo era posible que todo lo que sacara de aquel armario jamás fuera percibido por mis ojos. Era realmente impresionante.
    
    Así, con el consolador en la mano y el otro u otros objetos en su mano que apenas podía visualizar, se colocó detrás de mí. Notaba que en su cara se dibujaba una sonrisa maléfica. Entonces lo sentí. Sentí como introducía un consolador en mi vagina y otro en el culo con suma delicadeza.
    
    Zorra, no quiero que se te caigan los consoladores, ¿me oyes? –me ordenó con autoridad- recuerda que te estoy haciendo un favor… Estás disfrutando como lo que eres, Sofía. Me debes una gran disculpa por tu relato…
    
    Sí… -afirmé en un susurro
    
    ¿Cómo dijiste, putita? –me preguntó en voz alta y clara tirándome del pelo violentamente
    
    Sí, mi amo
    
    Así me gusta. Recuerdas que me debes una gran disculpa y estás expiándolas por ser una alumna demasiado traviesa…
    
    Entonces, Diego rió a carcajadas sintiéndose con un gran poder sobre mí. De repente, noté que mi vagina estaba tan lubricada que el consolador que se alojaba en mi interior se caería sin remedio. ...
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