1. La historia de Claudia (12)


    Fecha: 22/03/2018, Categorías: Erotismo y Amor Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    Al anochecer se hizo bañar por la rubiecita y después fue a la despensa para sacar a Claudia de su encierro. La encontró dormitando tendida de costado, la puso boca abajo, le entreabrió las nalgas para observar el orificio anal y lo encontró en buenas condiciones, limpio de sangre y sin inflamación alguna. Le tocó la frente y advirtió que la temperatura era normal. Entonces la sacudió para despertarla y le dijo:
    
    -Bueno, mocosa, se acabó el recreo. –y se la llevó en cuatro patas hacia el baño, donde la manguereó para quitar de su cerebro las brumas del sueño. Claudia, bajo el agua fría, fue recuperando la lucidez y poco después se encontraba en la cocina vestida de sirvienta preparando la cena de la señora mientras cada tanto sentía alguna molestia en el ano que le recordaba la brutal penetración a la que había sido sometida por su dueña.
    
    Mientras tanto, era Laura quien ahora estaba encerrada con llave y a oscuras en la despensa, echada en el piso, desnuda y con su collar puesto. La señora la había dejado allí después de decirle:
    
    -Esta reclusión te va a servir para que tomes más conciencia todavía de que ya no sos libre, cachorra. Esta celda es un poco yo misma, mi poder sobre vos en el que estás encerrada.
    
    Más tarde, mientras atendía a la señora durante la cena, Claudia recordó cómo había oído gritar a Laura horas antes y al no verla en el dormitorio, cuando su dueña la mandó a buscar el vestido de sirvienta, imaginó que estaría encerrada en la ...
    ... despensa.
    
    -Castigué a esa putita ¿sabés? –le dijo de pronto la señora. –Tuvo el atrevimiento de presentarse con un peinado distinto, una trenza, como si yo se lo hubiera ordenado.
    
    Claudia supo que no debía contestar, porque su dueña no le había hecho una pregunta, y entonces se mantuvo en silencio diciéndose que la falta de Laura había sido fue inconcebible y sin duda merecía ese castigo.
    
    Y entonces sí la señora le hizo una pregunta:
    
    -¿Vos lo hubieras hecho, Claudita? ¿Habrías hecho algo que yo no te ordené?
    
    -No, señora, jamás haría algo que usted no me haya ordenado. –contestó Claudia con una convicción que surgía desde lo más profundo de si misma.
    
    -Muy bien, perra... ¡Muy bien!... porque vos no tenés voluntad propia ¿no es cierto?
    
    -No, señora, yo no tengo voluntad, mi única voluntad es la suya.
    
    -Claro, y sabés que respirás gracias a mí, porque ni respirar podrías si yo no te lo permito, ¿verdad, Claudita?
    
    Sí, señora, lo sé y le agradezco que me conceda el privilegio de permitirme respirar.
    
    Y la señora siguió avanzando, sumergida en la voluptuosa marea de su dominación absoluta sobre Claudia. Le ordenó que se arrodillara a sus pies y siguió interrogándola:
    
    -Hace mucho que no tenés novio, ¿no es cierto?
    
    -Sí, señora, hace mucho.
    
    -Y ya nunca más vas a tener novio, Claudia. Lo sabés, ¿no es cierto?
    
    -Sí, señora, lo sé porque usted me dijo que nunca más voy a estar con hombres.
    
    -¿Y lamentás eso?
    
    -No, señora.
    
    -¿No extrañás estar con un ...
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