1. La mordedura de la anaconda


    Fecha: 13/07/2017, Categorías: Gays Autor: Lib99, Fuente: CuentoRelatos

    ... pupilas, ese leve rictus cruel en la irónica sonrisa que insinuaban un poso oscuro, excitante y libidinoso dentro del vistoso envoltorio: su cuerpo curvilíneo, generoso, al que algún kilo de más no le restaba un ápice de sexual, jugosa belleza. Un lado oscuro del que emanaba una sensualidad muy real, corpórea, física y un tanto vulgar. Una niña bien pasada por el tamiz de la calle.
    
    La chica, como si intuyera los pensamientos de la agente, entreabrió los labios y se los humedeció con la lengua –llevaba más de una hora ahí metida: sin duda tendría sed–, otorgándoles la apariencia de carnosas fresas. La capitana McKenzie imaginó lo que podría hacer con ellos y sintió una punzada de excitación en la entrepierna. Posó su mano en uno de sus muslos y se acarició, disfrutando del calor que desprendía su propia piel; la deslizó bajo la falda, siguiendo la curva del muslo interior hasta alcanzar la ingle, donde se detuvo cuando sus yemas tocaron la goma de las bragas. Con la otra mano se acarició uno se los senos. Sobre la tela de la blusa buscó la prominencia del pezón y lo pellizcó, imaginando el suave tacto de los muslos de la chica, su lengua deslizándose por la pálida piel surcada por finísimas venas azules hasta sumergirse en la tierna hendidura de su coño imberbe. Un delicioso escalofrío le recorrió el cuerpo desde las raíces de la tetilla hasta la espalda, para ir a alojarse en la zona del coxis, justo en el comienzo de las nalgas.
    
    Con un suspiro detuvo las caricias, se ...
    ... recolocó en el asiento y fijó su atención en la carpeta de cartón marrón que alojaba el expediente de la detenida, con la palabra Confidential impresa en su portada.
    
    Vandelha Sorensen, veintiún años, de ascendencia sueca y eslovaca, hija de una familia de clase media de Fresno, California, bien criada, alimentada, educada… Nunca le faltó de nada pero nunca estuvo satisfecha: desde adolescente se metió en líos –nada importante: travesuras, pequeñas faltas– hasta que hace un par de años decidió largarse a Los Ángeles, donde, seguramente, aspiraba a convertirse en actriz o cantante o famosa de lo que fuera. Sin embargo, lo único que consiguió fueron trabajos de camarera y similares, y unas cuantas relaciones con tíos a cada cual menos recomendable. Aunque sí logró introducir un pie en Hollywood: actuó de relleno en alguna peli de porno soft y, como eso no le daba para mucho, hizo algún escarceo en otro oficio menos glamuroso pero más antiguo: la prostitución, también –digamos– soft.
    
    –Eres toda una golfilla, ¿verdad? –Dijo para sí en voz alta– Adicta a las emociones fuertes.
    
    Atascada en ese mundillo con escasas posibilidades de proyección, decidió cambiar de aires y probar suerte en Las Vegas. Allí logró sacar más jugo a su espléndida figura, trabajando como gogó, bailarina erótica y –eventualmente– como chica de compañía.
    
    Y, por fin, en uno de aquellos garitos en que curró conoció al inefable James Albert “Jimmy” Montana, al parecer el amor de su vida. El chico es el ...
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