1. La mordedura de la anaconda


    Fecha: 13/07/2017, Categorías: Gays Autor: Lib99, Fuente: CuentoRelatos

    ... amorcillado–, colgaba hasta medio muslo. Trató de imaginársela en plena apoteosis, hinchada, alargada y palpitante por el bombeo de la abundante sangre que necesitaría para saturar los gruesos capilares que la atravesaban, como una rolliza e interminable serpiente de cabeza hendida y rosada… Y entonces cayó en la cuenta: “La Anaconda”. De ahí el apodo de la capitana Vanidad McKenzie: no sólo por su carácter letal, sinuoso e implacable.
    
    –¿Sorprendida, pequeña? –Le preguntó manteniendo su sonrisa irónica y dominante.
    
    –Yo no…
    
    –Lo entiendo, lo entiendo. Suele ser la reacción habitual. Pero admite que te gusta. ¿Quieres tocarla?
    
    Vandelha siguió admirando el majestuoso miembro, como hipnotizada, sin acertar a articular palabra alguna.
    
    –Cógela –esta vez la voz de la capitana sonó como una orden.
    
    La detenida alargó la mano y sujetó la verga. Notó el familiar tacto de la fina piel que recubría el fuste.
    
    –Y ahora, acaríciala: quiero que me la pongas dura.
    
    La chica comenzó a masajearlo, deslizando el prepucio adelante y atrás sobre el glande. Vanidad emitió un ligero gemido.
    
    –Eso es, así. Continúa.
    
    Notó como la sangre inundaba las cavidades del tronco, bombeando al ritmo creciente de los latidos del corazón. La polla comenzó a hincharse, a engordar y crecer hasta alcanzar un tamaño descomunal. Desde luego, era el aparato más grande que Vandelha había conocido; ni siquiera en sus escarceos como actriz porno había tenido que insertarse uno parecido –salvo, ...
    ... quizá, la de aquel ugandés con un brazo de carne oscura como la obsidiana: le costó una semana poder volver a sentarse–. Y desde luego Jimmy, su actual novio, que poseía otras indiscutibles virtudes –sabía darle caña como nadie–, no podía compararse con la manguera que a duras penas sujetaba con ambas manos.
    
    –Ahora –ordenó Vanidad una vez el pollón había alcanzado su máxima dureza– quiero que te la comas.
    
    Vandelha dudó. Miró el pedazo de carne hinchada y latente, aproximó el tenso glande a su boca, pero no llegó a introducírselo.
    
    –He dicho que me la comas, puta.
    
    La capitana le agarró por la nuca y atrajo la rubia cabeza hacia el miembro, empujando su cabeza contra los labios cerrados.
    
    –¡Te voy a enseñar a obedecer, pequeña golfa!
    
    Empuñando la verga como una porra, golpeó con ella ambos lados del rostro de Vandelha, como si le abofeteara, insensible a las quejas de la chica.
    
    –¡Vamos! ¡Abre la boca o te la parto a ostias!
    
    Vandelha obedeció al fin: abrió la boca y Vanidad le introdujo aquella barra henchida de un golpe, sin miramientos, saturando por completo su interior. El glande se incrustó contra sus amígdalas, provocándole una arcada.
    
    –Venga, zorrita, sabes hacerlo mejor.
    
    Vandelha obedeció, intentando chuparla, pero no era nada fácil con aquel volumen que le ahogaba. Formando un anillo con los labios subió y bajó, recorriendo toda la superficie del fuste, desde el frenillo hasta la base. El capullo se clavaba en su garganta hasta casi hacerle ...
«12...567...12»