1. Posando para la foto y nada más.


    Fecha: 01/04/2018, Categorías: Control mental, Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... iba a ayudar. Me agradeció la amabilidad de pasarla a buscar cerca de su casa. No me dijo exactamente la dirección. Me citó en una esquina cerca de la estación del tren, un sábado a las diez de la noche.
    
    Fiamma tardó en aparecer. Llegó a eso de las 10:20. Hacía frío. Ella estaba vestida con un montgomery violeta oscuro con algunos detalles en negro. Cuando la ví venir caminando sentí un escalofrío en toda la columna vertebral. Estaba preciosa. Se subió al auto y lo invadió con un perfume exquisito, frutado. Sentí como el bulto en mi entrepierna empezaba a desperezarse pero mantuve la cordura. La saludé con un beso en la mejilla. Pude sentir su piel tibia y suave.
    
    –Estuve investigando algunos hoteles por Internet –le dije a Fiamma–. Si te gusta podemos ir a este y le mostré unas fotos de uno llamado “Magnus”.
    
    –Prefiero ir a uno que ya conozco, Luis –me respondió Fiamma y tipeó algo rápido en su celular–. ¿Podemos ir a este? Se llama “Vorágine”. Es el hotel al que íbamos con mi novio.
    
    Entendí que Fiamma tenía todo bien guionado en su cabeza. Hasta había pensado el sitio en el cual ejecutar la venganza: donde cogían con su novio y donde le había negado la cola siempre. Puse la dirección de Hotel Vorágine en el GPS y me dejé llevar. Durante el trayecto le saqué charla a Fiamma sobre cualquier temática. Me dijo que estudiaba derecho en la Universidad de Morón pero que no estaba muy convencida. También me contó que estaba buscando trabajo pero la situación del país ...
    ... no la ayudaba. Yo a todo esto respondía automáticamente. No podía parar de pensar en el bombón que tenía al lado mío. Sentía el pantalón muy tirante. La erección era incontenible. Pese a eso trataba de autoconvencerme de hacer un buen papel y de cumplir con lo que le había prometido a Fiamma: hacer la foto y nada más.
    
    Entramos al hotel Vorágine a través de un portón levadizo que desembocaba en un estacionamiento. De ahí hasta que llegamos finalmente a la habitación, todo fue un trámite veloz: pagué en la caja, ambos presentamos nuestros documentos para confirmar la mayoría de edad (sobre todo la de ella), nos dieron la llave y subimos por un ascensor. El cuarto era bastante acogedor: la cama se veía limpia y bien armada, el espejo en el techo sumaba al morbo, la música funcional era amigable y las luces tenues invitaban a la acción.
    
    –Bueno Luis –me dijo Fiamma mientras se sacaba la ropa con total naturalidad–. Vamos a hacerlo rápido y lo mejor posible.
    
    –Estoy de acuerdo –le dije con una voz firme pero forzada.
    
    La situación de a poco empezaba a convertirse en algo surrealista. Me tomé el pulso en la muñeca. Tenía taquicardia. Ella parecía estar siguiendo un manual de procedimientos: se sacó el montgomery, luego la blusa, el jean y quedó en bombacha y corpiño, parada frente a mí. Me miró seria y se puso una mano en la cintura, como invitándome a que yo también me desvista.
    
    Respiré hondo y empecé a desnudarme. De los nervios tenía la pija gomosa. No estaba erecta ...
«1234...»