1. Los casos de Berenice Vineyards (vol. 1)


    Fecha: 02/04/2018, Categorías: Incesto Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    ... mientras aprontaba su cámara filmadora.
    
    –A ver, cachetona, abre bien esos jamones –ordenó la chica y, a continuación, comenzó a introducirle el monstruoso palo en el orto.
    
    Vineyards lanzó un enorme grito de dolor y desesperación. Fue tanta la fuerza que hizo que logró arrancar parte del respaldo de la cama, el cual, casi por inercia, reventó en la cabeza de la chica. Ésta cayó desmayada.
    
    Berenice rápidamente se liberó de sus ataduras y quedó parada frente a frente con el hombre que la había culeado hacía apenas minutos –o quizá horas, todavía estaba algo atontada por el golpe en la cabeza–. Éste la duplicaba en tamaño, pero la petisa era fuerte, y, debido a su altura, ya estaba acostumbrada a tener que lanzar puñetazos hacia arriba para acomodarlos en los rostros de los contendientes más grandes.
    
    A pesar de no tener entrenamiento en artes marciales –la verdad es que ni siquiera se ejercitaba: odiaba hacer ejercicio–, sabía defenderse muy bien en combates cuerpo a cuerpo. ...
    ... Soltaba sus pequeños puños con una inusitada fuerza y velocidad. Había derrotado, a puñetazo limpio, a sujetos temibles y mucho más altos que ella. Y pensó que éste no iba a ser la excepción, así que, ya con sus manos libres, no le dio ninguna oportunidad. Primero le metió un potente derechazo en el rostro, seguido de un zurdazo y un nuevo derechazo. A éste le siguió otro zurdazo y luego otro derechazo.
    
    Un rato antes el tipo le había dado bomba en la cama, ahora ella le devolvía la gentileza con sus puños. El hombre cayó nocaut con su rostro bañado en sangre para pasar a integrar la lista de grandotes que se llevaban una paliza de la rubia.
    
    Vineyards miró a la parejita desmayada y después miró el arma homicida. Sintió ganas de empalarlos a los dos juntos, uno en cada fálico extremo. Pero lo que hizo, en cambio, fue atarlos y llamar a sus compañeros para que los arrestaran.
    
    Esta vez la agente no sólo retornaba a Columbia con un caso resuelto, sino también con el orto más que complacido. 
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